San Mateo, Apóstol y evangelista
Esta festividad la conocemos por
coincidir con la toma de Cuenca por Alfonso VIII, pero hoy quiero hablar de la
persona que celebramos. San Mateo.
Nació en Galilea y judío de
religión, pero de profesión publicano, esto es, recaudador o administrador de
los tributos que los romanos imponían a todos las provincias sujetas a su
dominación. Creían que como israelitas y pueblo escogido de Dios, estaban
exentos de pagar tributo y ni contribuir a las naciones extranjeras.
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San Mateo. Catedral de Cuenca |
Los otros evangelistas le
llamaban Leví, hijo de Alfeo, pero cuyo nombre era menos conocido pero él en su
Evangelio se llama así mismo Mateo, por no disimular su nombre ordinario. Los
judíos tenían a los publicanos por pecadores públicos y por su profesión por
hombres sin religión ni conciencia, que tiranizaban a todo el género humano.
Residía en Cafarnaúm, que era la ciudad de mayor comercio que había en el país,
sobre la costa del mar de Tiberiades. Tenía su oficina fuera de la ciudad, en
un paraje inmediato al mar de Galilea, y como Jesús estuvo predicando en
aquella provincia pasaba muy cerca en ocasiones de su oficina, un día que pasó
Jesús en su puerta, le miró a la cara fijamente y le dijo que lo dejara todo y
le siguiera. En el mismo momento se levantó de su mesa y dejando todo le siguió.
Para que ninguno dudase del amor que le profesaba, le convidó a un gran
banquete, en que le manifestó su perfecta adhesión y profundo reconocimiento.
Era grande el número de los
convidados; el mayor número de ellos eran publicados del oficio de Mateo, gente
libre y desacreditada, lo que desagradó a los escribas y fariseos, que
murmuraron a Jesús, porque comía con los pecadores. Y Jesús les dijo, que si la
asistencia del médico no era necesaria a los sanos, sino a los enfermos, no
debía parecer extraño que socorriese particularmente a aquellos cuyas almas
estaban en mayor peligro de parecer que aunque había venido al mundo para
salvar a todos los hombres, su principal intención era trabajar en la conversión
de los pecadores, pues a Dios agrada más la caridad compasiva que las miserias
del prójimo, que todos los sacrificios del mundo. Cautivó a Mateo este discurso
y conversando con Él se declaró su
discípulo. No se volvió a apartar de Jesús, acompañándole por todas las ciudades,
pueblos y lugares, donde fue a anunciar el reino de los Cielos.
San Marcos y San Lucas lo nombran
el séptimo entre los Apóstoles pero él se nombra a sí mismo el octavo, después
de Santo Tomé, y siempre se llama Mateo el publicano, por humildad y agradecimiento.
Acabada la obra de nuestra
redención, quiso el Salvador del mundo quedarse cuarenta días en compañía de
los Apóstoles, para instruirlos en todos los misterios de la Fe. Después de su
Ascensión a los Cielos y la venida del Espíritu Santo, predicó San Mateo la fe
con los demás Apóstoles en Jerusalén, donde se permaneció aun cerca de tres
años, y antes de salir a predicar a otras naciones, le inspiró Dios y le
rogaron los judíos convertidos, que los dejase una historia de todo lo que
había visto y oído en las conversiones, predicaciones y viajes del Salvador.
Antes de que salieran los
apóstoles a predicar fuera de Jerusalén San Mateo escribió su Evangelio, que
quiere decir: buena y alegre nueva; por ser una explicación de la que los
Ángeles anunciaron en el nacimiento del Salvador, y no contener otra cosa que
lo que el mismo Jesucristo llamó Evangelio, esto es, su doctrina pura y su
predicación, acompañada de sus milagros, de los que San Mateo había sido fiel
testigo. Y para completar la historia regular de su vida, añadió lo que había
oído a la Virgen María del nacimiento de Jesús, con todo lo que sucedió hasta
su bautismo. San Agustín dice que lo que de San Mateo quiso hacer es dejarnos
escrito la vida del Salvador entre los hombres, como San Juan parece que solo se
inclinó a manifestarnos la divinidad del
Hijo de Dios.
El primero en escribir el Evangelio fue San Mateo, en lengua hebrea
mezclada de la siriaca y caldea, que era la vulgar de los judíos que vivían en
Palestina. De este Evangelio se sacaron varias copias que algunos de los
apóstoles se llevaron al partir a sus misiones. La traducción griega, que se
hizo luego para los fieles de las provincias que no sabían otra lengua, es tan
autorizada como su original. Cuando se descubrió el cuerpo de San Bernabé en la
isla de Chipre, por el año 488, se halló sobre su pecho el Evangelio de San
Mateo, que el mismo San Bernabé había copiado. Estaba escrito en madera de
Chipre, entonces muy rara, y el emperador Cenon, recubriéndolo de oro lo mandó
guardar entre sus pertenencias.
La mayor parte de los judíos
convertidos tomaron muchas cosas del judaísmo y formaron la secta de los
nazarenos, que con el tiempo degeneró en la de los ebionitas, y habiendo
añadido muchas historias apócrifas al Evangelio de San Mateo, quedó desacreditado
el texto original; y solo se conservó la versión griega, que nunca sufrió
alteración.
Algunos opinan que San Mateo
predicó en Persia y que estuvo difundiendo a la fe a los partos, medos y a los
de Carnania, pero la opinión más común es que evangelizó en Etiopía. San
Clemente Alejandrino, dice de él, que hacía una vida muy penitente, se mantenía
comiendo raíces, lechugas y legumbres. Se decía que en Nadaber (Etiopía) fue
recibido con mucha alegría por el eunuco de la reina Candaces, que había bautizado
San Felipe, y que encontrando a dos magos (Zaroes y Arfaxat) que engañaban con
sus prodigios a aquellas gentes, destapó al pueblo los sortilegios de éstos. Estos
dolidos por lo que hizo quisieron vengarse de San Mateo, para ello hicieron
venir con sus artes mágicas dos dragones, que llenaron de terror toda la
ciudad; pero San Mateo, haciendo sobre ellos la señal de la Cruz, los amansó
como corderos, y los envió a sus cavernas; con este milagro tranquilizó a los
habitantes y formaron un alto concepto del cristianismo.
Pero se acabaron de convertir con
otro milagro más considerable. Murió Ejipa, una de las hijas del rey, y llamó a
los dos magos para que la resucitaran, pero no lo consiguieron por más que
invocaron a sus deidades. Fue llamado San Mateo y apenas invocó el nombre de
Jesucristo, se puso en pie la infanta viva y sana. A vista de este prodigio se
convirtieron el rey, toda la familia real, la corte y casi todo el pueblo.
Predicó San Mateo un sermón sobre
la excelencia de las vírgenes y oído por la princesa Ifijenia, hija primogénita
del rey, le consagró a Dios su virginidad, y siguiéndola otras muchas doncellas;
esto sentó mal a los hombres del pueblo. Esta acción costó la vida a San Mateo.
Muerto el rey, se apoderó del reino su hermano Hirtaco, que para asegurarse la
corona, creyó que era preciso casarse con su sobrina Ifijenia, que era muy
bella. Negándose a los deseos de su tío, fue llamado San Mateo a presencia del
rey para que, en su presencia, persuadiera a la princesa a consentir el
matrimonio, pero lo que hizo fue confirmar su negativa. Indignado Hirtaco se
retiró, mandando que lo mataran.
Un día celebrando la Misa, aún no
había acabado de celebrar el divino sacrificio, cuando en el mismo altar fue
consagrada a su Dios aquella preciosa víctima, coronando a golpes de hacha su
glorioso martirio.
San Hipólito le llama hostia y
víctima de la virginidad y protector de las vírgenes. El cuerpo de San Mateo se
conservó largo tiempo en la ciudad de Nadaber, donde padeció el martirio, hasta
el año de1080 que fue trasladado a Salerno, en el reino de Nápoles, de donde su
cabeza fue llevada a Francia y se conserva con gran veneración en la Catedral
de Beauvais y también algunas reliquias suyas en la de Chartres.
Cuenca, 21 de septiembre de 2018.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
FUENTE DOCUMENTAL:
Año Cristiano y fastos
del cristianismo. Madrid. 1846