martes, 18 de septiembre de 2018

San Mateo una persona diferente, de recaudador de impuestos a Apostol y Evangelista.


San Mateo, Apóstol y evangelista
Esta festividad la conocemos por coincidir con la toma de Cuenca por Alfonso VIII, pero hoy quiero hablar de la persona que celebramos. San Mateo.

Nació en Galilea y judío de religión, pero de profesión publicano, esto es, recaudador o administrador de los tributos que los romanos imponían a todos las provincias sujetas a su dominación. Creían que como israelitas y pueblo escogido de Dios, estaban exentos de pagar tributo y ni contribuir a las naciones extranjeras.
San Mateo. Catedral de Cuenca

Los otros evangelistas le llamaban Leví, hijo de Alfeo, pero cuyo nombre era menos conocido pero él en su Evangelio se llama así mismo Mateo, por no disimular su nombre ordinario. Los judíos tenían a los publicanos por pecadores públicos y por su profesión por hombres sin religión ni conciencia, que tiranizaban a todo el género humano. Residía en Cafarnaúm, que era la ciudad de mayor comercio que había en el país, sobre la costa del mar de Tiberiades. Tenía su oficina fuera de la ciudad, en un paraje inmediato al mar de Galilea, y como Jesús estuvo predicando en aquella provincia pasaba muy cerca en ocasiones de su oficina, un día que pasó Jesús en su puerta, le miró a la cara fijamente y le dijo que lo dejara todo y le siguiera. En el mismo momento se levantó de su mesa y dejando todo le siguió. Para que ninguno dudase del amor que le profesaba, le convidó a un gran banquete, en que le manifestó su perfecta adhesión y profundo reconocimiento.
Era grande el número de los convidados; el mayor número de ellos eran publicados del oficio de Mateo, gente libre y desacreditada, lo que desagradó a los escribas y fariseos, que murmuraron a Jesús, porque comía con los pecadores. Y Jesús les dijo, que si la asistencia del médico no era necesaria a los sanos, sino a los enfermos, no debía parecer extraño que socorriese particularmente a aquellos cuyas almas estaban en mayor peligro de parecer que aunque había venido al mundo para salvar a todos los hombres, su principal intención era trabajar en la conversión de los pecadores, pues a Dios agrada más la caridad compasiva que las miserias del prójimo, que todos los sacrificios del mundo. Cautivó a Mateo este discurso y  conversando con Él se declaró su discípulo. No se volvió a apartar de Jesús, acompañándole por todas las ciudades, pueblos y lugares, donde fue a anunciar el reino de los Cielos.

San Marcos y San Lucas lo nombran el séptimo entre los Apóstoles pero él se nombra a sí mismo el octavo, después de Santo Tomé, y siempre se llama Mateo el publicano, por humildad y agradecimiento.
Acabada la obra de nuestra redención, quiso el Salvador del mundo quedarse cuarenta días en compañía de los Apóstoles, para instruirlos en todos los misterios de la Fe. Después de su Ascensión a los Cielos y la venida del Espíritu Santo, predicó San Mateo la fe con los demás Apóstoles en Jerusalén, donde se permaneció aun cerca de tres años, y antes de salir a predicar a otras naciones, le inspiró Dios y le rogaron los judíos convertidos, que los dejase una historia de todo lo que había visto y oído en las conversiones, predicaciones y viajes del Salvador.

Antes de que salieran los apóstoles a predicar fuera de Jerusalén San Mateo escribió su Evangelio, que quiere decir: buena y alegre nueva; por ser una explicación de la que los Ángeles anunciaron en el nacimiento del Salvador, y no contener otra cosa que lo que el mismo Jesucristo llamó Evangelio, esto es, su doctrina pura y su predicación, acompañada de sus milagros, de los que San Mateo había sido fiel testigo. Y para completar la historia regular de su vida, añadió lo que había oído a la Virgen María del nacimiento de Jesús, con todo lo que sucedió hasta su bautismo. San Agustín dice que lo que de San Mateo quiso hacer es dejarnos escrito la vida del Salvador entre los hombres, como San Juan parece que solo se inclinó a manifestarnos la divinidad del  Hijo de Dios.
El primero en escribir  el Evangelio fue San Mateo, en lengua hebrea mezclada de la siriaca y caldea, que era la vulgar de los judíos que vivían en Palestina. De este Evangelio se sacaron varias copias que algunos de los apóstoles se llevaron al partir a sus misiones. La traducción griega, que se hizo luego para los fieles de las provincias que no sabían otra lengua, es tan autorizada como su original. Cuando se descubrió el cuerpo de San Bernabé en la isla de Chipre, por el año 488, se halló sobre su pecho el Evangelio de San Mateo, que el mismo San Bernabé había copiado. Estaba escrito en madera de Chipre, entonces muy rara, y el emperador Cenon, recubriéndolo de oro lo mandó guardar entre sus pertenencias.

La mayor parte de los judíos convertidos tomaron muchas cosas del judaísmo y formaron la secta de los nazarenos, que con el tiempo degeneró en la de los ebionitas, y habiendo añadido muchas historias apócrifas al Evangelio de San Mateo, quedó desacreditado el texto original; y solo se conservó la versión griega, que nunca sufrió alteración.
Algunos opinan que San Mateo predicó en Persia y que estuvo difundiendo a la fe a los partos, medos y a los de Carnania, pero la opinión más común es que evangelizó en Etiopía. San Clemente Alejandrino, dice de él, que hacía una vida muy penitente, se mantenía comiendo raíces, lechugas y legumbres. Se decía que en Nadaber (Etiopía) fue recibido con mucha alegría por el eunuco de la reina Candaces, que había bautizado San Felipe, y que encontrando a dos magos (Zaroes y Arfaxat) que engañaban con sus prodigios a aquellas gentes, destapó al pueblo los sortilegios de éstos. Estos dolidos por lo que hizo quisieron vengarse de San Mateo, para ello hicieron venir con sus artes mágicas dos dragones, que llenaron de terror toda la ciudad; pero San Mateo, haciendo sobre ellos la señal de la Cruz, los amansó como corderos, y los envió a sus cavernas; con este milagro tranquilizó a los habitantes y formaron un alto concepto del cristianismo.

Pero se acabaron de convertir con otro milagro más considerable. Murió Ejipa, una de las hijas del rey, y llamó a los dos magos para que la resucitaran, pero no lo consiguieron por más que invocaron a sus deidades. Fue llamado San Mateo y apenas invocó el nombre de Jesucristo, se puso en pie la infanta viva y sana. A vista de este prodigio se convirtieron el rey, toda la familia real, la corte y casi todo el pueblo.

Predicó San Mateo un sermón sobre la excelencia de las vírgenes y oído por la princesa Ifijenia, hija primogénita del rey, le consagró a Dios su virginidad, y siguiéndola otras muchas doncellas; esto sentó mal a los hombres del pueblo. Esta acción costó la vida a San Mateo. Muerto el rey, se apoderó del reino su hermano Hirtaco, que para asegurarse la corona, creyó que era preciso casarse con su sobrina Ifijenia, que era muy bella. Negándose a los deseos de su tío, fue llamado San Mateo a presencia del rey para que, en su presencia, persuadiera a la princesa a consentir el matrimonio, pero lo que hizo fue confirmar su negativa. Indignado Hirtaco se retiró, mandando que lo mataran.

Un día celebrando la Misa, aún no había acabado de celebrar el divino sacrificio, cuando en el mismo altar fue consagrada a su Dios aquella preciosa víctima, coronando a golpes de hacha su glorioso martirio.

San Hipólito le llama hostia y víctima de la virginidad y protector de las vírgenes. El cuerpo de San Mateo se conservó largo tiempo en la ciudad de Nadaber, donde padeció el martirio, hasta el año de1080 que fue trasladado a Salerno, en el reino de Nápoles, de donde su cabeza fue llevada a Francia y se conserva con gran veneración en la Catedral de Beauvais y también algunas reliquias suyas en la de Chartres.

Cuenca, 21 de septiembre de 2018.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

FUENTE DOCUMENTAL:

Año Cristiano y fastos del cristianismo. Madrid. 1846

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