martes, 11 de septiembre de 2018

Guerrillas en la Plaza del Trabuco, siglo XV. 1ª parte.


Desavenencias entre El Obispo Fr. Lope Barrientos y Diego Hurtado de Mendoza.

La historia de la Plaza del Trabuco es conocida por mucha gente, pero tal vez falte profundizar en los hechos para que quede claro, porque en los escritos de Rizo está consignado con demasiada inexactitud, es por ello que he acudido a la crónica del rey D. Juan II, ordenada por Fernán Pérez de Guzmán, en el capítulo primero de la crónica de 1447, donde se desarrolla con más claridad todo lo acontecido en la ciudad de Cuenca.


El Obispo Fray Lope Barrientos fue uno de los obispos más activos para esta ciudad, a él le debemos la ampliación de la girola de la Catedral y toda la icnografía marginalista que poseen los arcos apuntados. También mandó edificar el hospital de San Sebastián, que estuvo donde hoy estas las ruinas del convento de las monjas Bernardas y también construyó una ermita a San Sebastián a extramuros de la ciudad, en la cuesta sobre el campo de San Francisco, donde hoy está situada la Diputación.

Fue un fiel servidor del Rey D. Juan II y en Cuenca tuvo algunas disidencias con Diego Hurtado de Mendoza, alcaide de su fortaleza, que trataré de esclarecer.

La crónica hace mención de cómo el Rey D. Juan mandó al Obispo D. Lope Barrientos para que facultara la permanencia de Cuenca en el Reino de Castilla.

Estando Lópe Barrientos establecido en Cuenca habló con personas de confianza de Diego Hurtado, diciéndoles que secretamente dijesen a Diego que la voluntad del Rey era que saliese voluntariamente de esta ciudad, de otra manera sería con un el Mandamiento del Rey que disponía del Obispo.
Después ello se le certificó al Obispo que Diego había enviado llamar a gente de armas para evitar tal hecho. Ante esta situación Lope Barrientos puso guardia en las puertas de la ciudad y mando hacer barricadas entre la ciudad y el castillo, de manera que quedase cortado el paso de acceso a la ciudad desde el castillo y no pudiera los unos socorrer a los otros, así pasó un tiempo hasta que el día de Santiago de 1447 se le informó al Obispo que la noche anterior había entrado en el castillo Juan Hurtado de Mendoza, hijo de Diego Hurtado, con 400 hombres a pie por la parte del foso y que pensaba entrar por la fuerza en la ciudad y apoderarse de ella.

El Obispo no se quedo quiero ante esta temeridad y mandó armar a toda su gente lo más secretamente posible. Al día siguiente, se puso a decir Misa y estando en la ella le fue informado que gente del castillo entraba en la ciudad y prendiendo fuego a la puerta de entrada a la ciudad que limitaba con el castillo, llamada Puerta del Mercado, así mismo habían incendiado dos casa que estaban junto a la barricada que él mandara hacer, enviando un mensajero a los que defendían la entrada, les pidió que resistieran que él luego subiría a socorrerlos y tomando consigo 20 hombres de armas de los suyos, fue a reforzar a los que estaban en la barriada peleando con los del castillo que habían penetrado.


Visto que se había repelido la agresión se estableció seis días de tregua para ver si entre ellos se pactaba alguna concordia. El Obispo envió requerimiento a Diego Hurtado que para evitar más derramamiento de sangre debería salir de la ciudad y para ello hizo presentar a Diego la carta que el Rey Juan II había enviado mandando que saliera de la ciudad.

Ni por esas quiso irse de la ciudad, más antes de cumplirse la tregua mandó armar a los suyos saliendo a pelear con la gente del Obispo por la parte del castillo, duró la pelea más de tres horas. Al fin, la gente del Obispo incendió una casa cercana a la de Diego Hurtado, con tan mala suerte que se quemó la casa y el Ayuntamiento de la ciudad y otras 50 pares de casas y con ellas la casa palacio de Diego Hurtado.

Diego viendo en peligro su vida mando aviso al Obispo aceptando salir de la ciudad para retirarse a su villa de Cañete con su mujer e sus hijos. Así hizo dejando treinta hombres de armas en el castillo. Los que quedaron, con otros tantos que envió Diego hicieron mucho mal a la ciudad. Dice la crónica que tan crueles fueron que se asemejaba a las batallas entre monos y cristianos. Esta situación duró más de un año. Visto esta situación por el Rey, y pensando que todo se perdería acordó un trato con D. Diego Hurtado, dándole a cambio del castillo el paraje llamado la Cañada del Hoyo, a tres leguas de Cuenca, en donde hay una fortaleza antigua con ochenta o noventa vasallos, y así fue como entregó el castillo de Cuenca al Rey.

Cuenca, 11 de septiembre de 2018.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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