Desavenencias entre El
Obispo Fr. Lope Barrientos y Diego Hurtado de Mendoza.
La historia de la Plaza del
Trabuco es conocida por mucha gente, pero tal vez falte profundizar en los
hechos para que quede claro, porque en los escritos de Rizo está consignado con
demasiada inexactitud, es por ello que he acudido a la crónica del rey D. Juan
II, ordenada por Fernán Pérez de Guzmán, en el capítulo primero de la crónica
de 1447, donde se desarrolla con más claridad todo lo acontecido en la ciudad
de Cuenca.
El Obispo Fray Lope Barrientos
fue uno de los obispos más activos para esta ciudad, a él le debemos la
ampliación de la girola de la Catedral y toda la icnografía marginalista que
poseen los arcos apuntados. También mandó edificar el hospital de San
Sebastián, que estuvo donde hoy estas las ruinas del convento de las monjas
Bernardas y también construyó una ermita a San Sebastián a extramuros de la
ciudad, en la cuesta sobre el campo de San Francisco, donde hoy está situada la
Diputación.
Fue un fiel servidor del Rey D.
Juan II y en Cuenca tuvo algunas disidencias con Diego Hurtado de Mendoza, alcaide
de su fortaleza, que trataré de esclarecer.
La crónica hace mención de cómo
el Rey D. Juan mandó al Obispo D. Lope Barrientos para que facultara la
permanencia de Cuenca en el Reino de Castilla.
Estando Lópe Barrientos establecido
en Cuenca habló con personas de confianza de Diego Hurtado, diciéndoles que
secretamente dijesen a Diego que la voluntad del Rey era que saliese
voluntariamente de esta ciudad, de otra manera sería con un el Mandamiento del
Rey que disponía del Obispo.
Después ello se le certificó al
Obispo que Diego había enviado llamar a gente de armas para evitar tal hecho.
Ante esta situación Lope Barrientos puso guardia en las puertas de la ciudad y
mando hacer barricadas entre la ciudad y el castillo, de manera que quedase
cortado el paso de acceso a la ciudad desde el castillo y no pudiera los unos socorrer
a los otros, así pasó un tiempo hasta que el día de Santiago de 1447 se le
informó al Obispo que la noche anterior había entrado en el castillo Juan
Hurtado de Mendoza, hijo de Diego Hurtado, con 400 hombres a pie por la parte
del foso y que pensaba entrar por la fuerza en la ciudad y apoderarse de ella.
El Obispo no se quedo quiero ante
esta temeridad y mandó armar a toda su gente lo más secretamente posible. Al
día siguiente, se puso a decir Misa y estando en la ella le fue informado que
gente del castillo entraba en la ciudad y prendiendo fuego a la puerta de
entrada a la ciudad que limitaba con el castillo, llamada Puerta del Mercado, así mismo habían incendiado dos casa que
estaban junto a la barricada que él mandara hacer, enviando un mensajero a los
que defendían la entrada, les pidió que resistieran que él luego subiría a
socorrerlos y tomando consigo 20 hombres de armas de los suyos, fue a reforzar
a los que estaban en la barriada peleando con los del castillo que habían
penetrado.
Visto que se había repelido la
agresión se estableció seis días de tregua para ver si entre ellos se pactaba
alguna concordia. El Obispo envió requerimiento a Diego Hurtado que para evitar
más derramamiento de sangre debería salir de la ciudad y para ello hizo
presentar a Diego la carta que el Rey Juan II había enviado mandando que
saliera de la ciudad.
Ni por esas quiso irse de la
ciudad, más antes de cumplirse la tregua mandó armar a los suyos saliendo a
pelear con la gente del Obispo por la parte del castillo, duró la pelea más de
tres horas. Al fin, la gente del Obispo incendió una casa cercana a la de Diego
Hurtado, con tan mala suerte que se quemó la casa y el Ayuntamiento de la
ciudad y otras 50 pares de casas y con ellas la casa palacio de Diego Hurtado.
Diego viendo en peligro su vida
mando aviso al Obispo aceptando salir de la ciudad para retirarse a su villa de
Cañete con su mujer e sus hijos. Así hizo dejando treinta hombres de armas en
el castillo. Los que quedaron, con otros tantos que envió Diego hicieron mucho
mal a la ciudad. Dice la crónica que tan crueles fueron que se asemejaba a las
batallas entre monos y cristianos. Esta situación duró más de un año. Visto
esta situación por el Rey, y pensando que todo se perdería acordó un trato con
D. Diego Hurtado, dándole a cambio del castillo el paraje llamado la Cañada del Hoyo, a tres leguas de
Cuenca, en donde hay una fortaleza antigua con ochenta o noventa vasallos, y
así fue como entregó el castillo de Cuenca al Rey.
Cuenca, 11 de septiembre de 2018.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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