Los reyes y emperadores
cristianos Teodosio, Carlomagno, Alfredo el Grande, Esteban de Hungría, Eduardo
el Confesor, Enrique II de Alemania, San Fernando III de Castilla y Luis IX de
Francia, celebraban el día de la Epifanía con gran devoción y esplendor
inusitado.
Imitando a los Reyes Magos se
postraban a los pies del Divino Niño y le ofrendaban ricos tesoros. Es lo que
han practicado con tanta ejemplaridad el pueblo fiel, los reyes de muchas
naciones en otros tiempos más cristianos. En España ha sido práctica
ininterrumpida de nuestros católicos monarcas el presentarse ante el altar en
esta gran solemnidad, en el ofertorio de la Santa Misa, para ofrecer al Niño Dios,
por medio de su representante el ministro oficiante la rica ofrenda de oro,
incienso y mirra.
Por largo tiempo la piedad
sencilla y candorosa de pasados siglos de más viva fe se mantuvo la costumbre
de honrar la realeza de los Magos de Oriente, eligiendo a suerte en cada
familia en rey para la fiesta de la Epifanía. Celebrando un banquete íntimo en
memoria de las bodas de Canaán de Galilea, en el que reinaba la más sana
alegría y a los postres se cortaba en tres partes un pastel una de las cuales
servía para elegir a suerte al que debía ejercer la efímera realeza. Las otras
dos partes se ofrecían a Jesús y a María
en la persona de los pobres, participando así ellos también de la alegría
general.
De este modo los goces familiares
estaban dirigidos y animados por la religión; los vínculos de naturaleza y de vecindad
que alguna vez podían volverse a dar en nuestros tiempos.
Feliz día de Reyes
Cuenca, 6 de enero de 2019
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