A mi madre en el quinto aniversario de su muerte.
En nuestra vida comprobamos cómo
las amistades que creíamos más fuertes se van perdiendo con el paso del tiempo.
Eso no significa que el amor verdadero no exista ni que podamos establecer una
amistad de amor con otro persona. Pero existe un ser que siempre va a estar a
nuestro lado, que nos acompañará durante la vida y nos seguirá acompañando más
allá de la muerte, esa persona que nos profesa un amor verdadero, que nos
envuelve en cariño, apoyo y protección,
esa persona es nuestra madre.
Hoy es el quinto aniversario de
la muerte de mi madre, en la noche de Reyes nos dejó. Por muchos años que pasen
siempre vivirás en mi corazón, sabiendo que el amor de una madre es infinito y
porque a pesar de que haya pasado el tiempo siempre seguiré teniéndolo en donde
quiera que estés.
Hoy quiero dejaros el relato que
escribí sobre el momento de su muerte, coincidiendo con la noche mágica de
Reyes. Espero que os guste y al terminar de leerlo os ruego que recéis un
padrenuestro por su alma. Gracias.
La Noche Mágica de Reyes de un alma en su tránsito.
Sentado al calor de la estufa, un abuelo contaba a
su nieto un cuento, que él aprendió hace ya muchos años en este mismo hogar
de oírselo contar a otro que entonces era su abuelo. Contando los últimos
minutos del año y nevando, la lumbre se iba consumiendo poco a poco igual que
la noche que tenía el suelo cubierto de nieve y el cielo incansable seguía
enviando su aguinaldo de copos blancos.
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Pasadas
las fiestas navideñas el frío viento de enero se hacía notar entre las rendijas
que dejaba la puerta del balcón que daba al barrio de San Martín, poniendo
cerco a una casa humildemente vieja desde donde se divisaba a lo lejos, entre
la blancura de la nieve, el Corazón de Jesús en lo más alto del cerro. Nada
humano se apreciaba, parecía que todo se hubiera apartado del mundo, noche
abandonada entre la blancura de la nieve como expiación a sus culpas y a modo
de túnica nazarena, con cilio de hielo, se vistió la tierra en sus ansias de
elevarse hasta Dios.
Aquella casa donde Esperanza se había criado se
tornaba en la sala de urgencias del hospital. Esa noche del cinco de enero,
noche de Reyes, en una cama anónima yacía la hija, convertida en madre y abuela
con los años. El hijo pensaba que el fin de ella se acercaba sin que él lo
pudiera evitar; con cara sonriente preguntaba a su hijo ¿vendrán los Reyes?
pues ya lo creo, pero intenta dormir que los Reyes no vendrán hasta que estés
dormida como me decías cuando era pequeño. Así ella se iba olvidando de su
dolor al hacer efecto el medicamento. Cerré los ojos y a mi mente vino la
imagen de mi abuelo, su padre, al que le preguntaba ¿Y que se sueña la noche de
Reyes? Se sueña que por un camino empedrado de estrellas, tendido sobre
el cielo de azul, tres Reyes envueltos en un gran resplandor, sobre tres
camellos muy blancos, avanzaban precedidos de una estrella que les guiaba hacia
la ilusión creada en la mente de los niños; las nubes se apartan para dejarles
pasar y sobre ellos muchísimos ángeles cantaban unas cosas tan bellas que la
madre convertida en niña sin dejar de dormir sonreía.
Los
Reyes andaban despacio, pero por fin los Reyes llegaron a las primeras casas de
la ciudad de Cuenca, un ángel que en una mano llevaba una lista decía lo que en
cada ventana había que dejar. Terminaron y ya se marchaban y la madre-niña
pensaba ¿Se olvidarán de venir a mí? No, no se olvidaban que ya habían cogido
el camino que conducía hasta allí. Uno de los tres Reyes hablo: “has sufrido
mucho y has seguido siendo buena, tu sitio no lo tienes en la tierra ¿por qué
no vienes con nosotros al cielo? los ángeles así también lo querían”. Ella se
sonreía estaba contenta porque ya se veía marchar por aquel camino alumbrado
por la luz del amor más Divino. Como había de marchar quiso despertar para
despedirse de los suyos, pero ya era tarde, el alba venía y el tiempo
apremiaba; sobre una estrella le hicieron un lecho y partió con la caravana de
Dios. Al acercarse sus hijos hicieron notar que en el rosto de su madre una
sonrisa tenía. (Nació para morir el 12 de junio de 1922, murió para vivir el 6
de enero de 2014).
Cuenca,
5 de enero de 2019
José
María Rodríguez González.
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