martes, 1 de enero de 2019

La festividad de Jano y el año nuevo

Celebración del año nuevo romano y su trasformación en fiesta religiosa.
Hoy mientras visitábamos la iglesia de la Luz y al mismo tiempo oíamos la Santa Misa, mis ojos se han ido a las pechinas de la bóveda encontrando en ellas, a los Santos Padres de la Iglesia de Occidente, San Agustín y San Ambrosio, San Jerónimo y San Gregorio. Fueron ellos los que instituyeron la festividad de la Circuncisión para contrarrestar los excesos que se cometían, esperando por este medio, dirigir hacia un objetivo más digno a las almas y a los corazones de los nuevos cristianos.
Celebraban los paganos la llegada del Año Nuevo con espléndidos festejos en honra a Jano, divinidad de dos caras; una de las cuales miraba al pasado año y la otra al futuro. En ella iba el pueblo romano con gran algazara al monte Tarpeyo, donde dicho dios tenía su altar y le ofrecían sacrificios.
Moneda romana del dios Jano
Justamente ofrecían libaciones en honor a la diosa “Fuerza”, conocida por los nombres de Strenua, Strenia o Strenna, cuyo principal santuario se hallaba en un islote del Tíber. En este mismo lugar se edificó después la iglesia de Transtévere y en ella fundó el Papa San Calixto la estación del día de la Circuncisión, pensando precisamente en las antiguas fiestas paganas. Así fueron sustituidos los juegos y ritos paganos por las solemnes ceremonias religiosas que santificaban aquellos lugares.
Durante las fiestas públicas paganas, se felicitaban recíprocamente los antiguos romanos con motivo de la entrada del año nuevo, haciéndose mutuos regalos consistentes en dátiles, higos, miel, etc., a los que añadían una moneda stips como feliz presagio de riqueza. Todos estos regalos y sus similares eran denominados strenae en memoria de la citada diosa.
Este cambio mutuo de regalos con ocasión de la entrada del año, era inocente en sí; pero se verificaba en medio de ceremonias paganas y prácticas supersticiosas que ocasionaban grandes desórdenes: cantaban y bailaban por las calles enmascarados y se entregaban a toda clase de placeres carnales.
Si hemos de dar crédito al concilio de Tours del año 567, los Padres de la Iglesia  tomaron de una fiesta pagana la idea de celebrar la Circuncisión el día primero del año para impedir, o a lo menos desviar y santificar, la costumbre de los strena arraigada profundamente en Roma, de donde había pasado a Grecia, se iba introduciendo en el Cristianismo.
A tales excesos recomendaba San Agustín, contra restarla con la penitencia, diciendo: “Ya que los pagamos se ofrecen regalos, vosotros cristianos dad limosna; si ellos se regocijan con canciones, reposad vosotros, en cambio con el apacible canto de los salmos; si acuden ellos al teatro, frecuentad vosotros las iglesias y si ellos se embriagan, debéis vosotros ayunar”.
Cuenca, 1 de enero de 2019
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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