Celebración del año nuevo romano y su trasformación en fiesta religiosa.
Hoy mientras visitábamos la
iglesia de la Luz y al mismo tiempo oíamos la Santa Misa, mis ojos se han ido a
las pechinas de la bóveda encontrando en ellas, a los Santos Padres de la Iglesia de Occidente, San
Agustín y San Ambrosio, San Jerónimo y San Gregorio. Fueron ellos los que
instituyeron la festividad de la Circuncisión para contrarrestar los
excesos que se cometían, esperando por este medio, dirigir hacia un objetivo más
digno a las almas y a los corazones de los nuevos cristianos.
Celebraban los paganos la llegada
del Año Nuevo con espléndidos festejos en honra a Jano, divinidad de dos caras;
una de las cuales miraba al pasado año y la otra al futuro. En ella iba el
pueblo romano con gran algazara al monte Tarpeyo, donde dicho dios tenía su
altar y le ofrecían sacrificios.
Moneda romana del dios Jano |
Justamente ofrecían libaciones en
honor a la diosa “Fuerza”, conocida por los nombres de Strenua, Strenia o
Strenna, cuyo principal santuario se hallaba en un islote del Tíber. En este
mismo lugar se edificó después la iglesia de Transtévere y en ella fundó el
Papa San Calixto la estación del día de la Circuncisión, pensando precisamente
en las antiguas fiestas paganas. Así fueron sustituidos los juegos y ritos
paganos por las solemnes ceremonias religiosas que santificaban aquellos
lugares.
Durante las fiestas públicas
paganas, se felicitaban recíprocamente los antiguos romanos con motivo de la
entrada del año nuevo, haciéndose mutuos regalos consistentes en dátiles,
higos, miel, etc., a los que añadían una moneda stips como feliz presagio de riqueza. Todos estos regalos y sus
similares eran denominados strenae en
memoria de la citada diosa.
Este cambio mutuo de regalos con
ocasión de la entrada del año, era inocente en sí; pero se verificaba en medio
de ceremonias paganas y prácticas supersticiosas que ocasionaban grandes
desórdenes: cantaban y bailaban por las calles enmascarados y se entregaban a
toda clase de placeres carnales.
Si hemos de dar crédito al concilio
de Tours del año 567, los Padres de la Iglesia
tomaron de una fiesta pagana la idea de celebrar la Circuncisión el día
primero del año para impedir, o a lo menos desviar y santificar, la costumbre
de los strena arraigada profundamente
en Roma, de donde había pasado a Grecia, se iba introduciendo en el
Cristianismo.
A tales excesos recomendaba San
Agustín, contra restarla con la penitencia, diciendo: “Ya que los pagamos se ofrecen regalos, vosotros cristianos dad limosna;
si ellos se regocijan con canciones, reposad vosotros, en cambio con el
apacible canto de los salmos; si acuden ellos al teatro, frecuentad vosotros
las iglesias y si ellos se embriagan, debéis vosotros ayunar”.
Cuenca, 1 de enero de 2019
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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