jueves, 1 de agosto de 2019

Las Cadenas de San Pedro. 1 de agosto.


Esta fiesta fue suprimida en la nueva reforma de 1960.  Celebrándose la festividad religiosa de San Alfonso María de Ligorio (1696-1787). 
Hoy os cuento la historia de las Cadenas de San Pedro por que me parece más interesante por sus especiales características.
San Pedro fue prisionero de Cristo en Palestina primero, hacia el año 42 y luego estuvo nuevamente prisionero en Roma, entre los años 65 y 67.


La emperatriz Eudoxia, mujer de Valeriano III, mandó levantar en Roma una basílica para guardar las Cadenas de San Pedro. Un trozo que tenían en Constantinopla lo había ella regalado al Papa San León I. Al acercárselo el Papa al otro trozo que había en Roma, cuanta la tradición, que ambos se unieron milagrosamente como si siempre hubiera estado juntos.

Estas Cadenas se veneran desde el siglo V en la iglesia esquilina de San Pedro in Vincoli. Ecclesia a vinculis Sancti Petri, título que suplantó al primitivo de Basílica Apostolorum in exquiliis. La iglesia fue restaurada en el siglo V por Sixto III y dedicada a San Pedro y a San Pablo.

Inspirada en las Cadenas de San Pedro se lee hoy esta vieja inscripción latina: “Estas cadenas, oh Roma, consolidan tu fe. Este collar que te circunda hace estable tu salvación. Siempre serás libre, pues todo lo pueden lograr estas Cadenas que sujetaron al que todo lo puede desatar. Su brazo invencible, piadoso aun en la gloria, no permitirá jamás que estos muros sean derribados por el enemigo. El que abre las puertas del cielo, cerrará al enemigo las puertas de Roma”.

Las Cadenas de San Pablo se conservan, como un tesoro junto a su templo de la Vía Ostiense.

El culto a las Cadenas de los dos Apóstoles es muy antiguo y universal. San Gregorio Magno nos dice que en su tiempo los fieles ambicionaban, como una gracia extraordinaria, como reliquia muy preciada, un poco de polvo o limadura de las Cadenas de San Pedro.

San Juan Crisóstomo nos ha dejado un excelente panegírico de las Cadenas de ambos Apóstoles: “¿Hay algo más magnífico que estas Cadenas?” Más bello que el nombre de Apóstol, de Evangelista, de Doctor, es el título de prisionero de Cristo.

La prisión de San Pedro en Roma se localiza tardíamente en la cárcel Mamertina, donde se dice que hizo brotar una fuente, que aún hoy día subsiste y convirtió a sus propios carceleros.

La prisión de Jerusalén nos la cuenta San Lucas. Herodes Agripa, nieto del que asesinó a los Niños Inocentes, hacia el año 42-44, hizo prender y matar a Santiago el Mayor. Como vio que esto había agradado a los judíos, mandó también prender a San Pedro, poco antes de la fiesta de la pascua, para darle después muerte.

Pedro estaba recluido en lo más profundo del calabozo. Lo guardaban con mucha precaución. Pasaban los días y Pedro pensaba en su Maestro, tal vez en la Pasión, en las sogas de Jesús, en sus propias negaciones. Y lloraría amargamente y se animaría a confesarlo hasta la muerte.

Mientras tanto, la Iglesia hacía oración por él y pedía su libertad. De repente, se ilumina la prisión, y una vos le dice a Pedro: “Levántate, cálzate las sandalias, recoge tu manto y sígueme”.

Pedro siguió al desconocido, pasó junto a los centinelas, llegó a la puerta de hierro y se encontró con las primeras calles de la ciudad. Su libertador había desaparecido. El Apóstol creído que estaba soñando, se restregó los ojos y cayó en la cuenta de que era libre, y se dijo: “Ahora conozco verdaderamente que el Señor ha enviado su Ángel y me ha librado de las manos de Herodes y de toda la plebe expectante de los judíos”.
Liberación de San Pedro. Obra de Murillo

Dios puede romper las cadenas que atan a sus siervos, como lo hizo en este caso con San Pedro. Pero de ordinario no lo hace. En su lugar obra otros milagros más grandes, aunque menos visibles. Conforta el corazón de los que sufren por El y les concede un ánimo libre e indomable, dentro del cuerpo frágil, encorvado y maniatado. Nunca resplandece tanto la grandeza y libertad como en la cárcel, en las cadenas y en el martirio. Entonces se cumple aquello de San Pablo: Cum infirmor, tunc potens sun, cuando más abatido y derrotado me veo en el cuerpo, más fuerte y vigoroso me siento en el alma.

Cuenca, 1 de agosto de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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