lunes, 19 de agosto de 2019

San Bernardo, confesor y doctor (1090-1153). Festividad del 20 de agosto.

San Bernardo de Claraval.

Nació en Francia en el año 1091 y murió en el Claraval en el año 1153. Fue el tercero de los siete hijos de una noble familia borgoñesa. A los nueve años entró en la escuela de Chatillón.sur-Seine, que dirigían unos canónigos. Pronto se descubrieron talentos extraordinarios. Era artista, poeta y orador.

Su belleza viril y dulce atraía todas las miradas. Estatura alta y flexible, blonda cabellera, ojos grandes y azules, que reflejaban su pureza de ángel, cutis fino y rosado con una gracia inefable, que parecía al centelleo de la belleza interior. Su madre le había inculcado la devoción tierna a la Virgen, y ésta fue su salvación en aquellos años juveniles, llenos de facilidades, de promesas e ilusiones.

A los veinte años perdió a su madre. El mundo le codiciaba. En 1113 entró con treinta jóvenes en la recién fundada abadía del Cister. “Esto es una locura”, le decían sus hermanos asustados. Pero luego ellos mismos siguieron el ejemplo.

San Bernardo fue un monje perfecto desde el primer día. En el año 1115 su abad Esteban lo envió con otros doce compañeros a fundar el valle de Absintio, que San Bernardo llamó Claro (Claraval). Por especio de cuarenta años debía desarrollar allí una fecunda actividad apostólica.

En el nuevo monasterio organizó la vida monacal con todo el rigor de la pobreza cisterciense. La fama de santidad y espíritu de Claraval crecía constantemente. El número de monjes crecía constantemente, siempre que salía de Claraval, volvía con una muchedumbre de conversos, clérigos y legos, gentiles-hombres y letrados, aristócratas y sabios que buscaban la paz del alma, la unión con Dios y el desprendimiento de las criaturas. Nadie podía resistir ante aquel terrible cazador de almas.

Hasta en el patíbulo y tabernas encontraba seguidores. Un día se encontró con uno que llevaban a ahorcar y pidió que se lo jasen para colgarlo con sus propias manos. Quería clavarlo en la cruz de la vida religiosa y lo consiguió. En otra ocasión pasaba junto a una taberna y se ofreció a jugar con un vicioso empedernido. “Y ¿qué vamos a jugar?” “Tu, respondió el Santo, jugarás tu alma; yo mi mula”. Jugaron, en ganó efecto ganó Bernardo y exclamó: “He ganado tu alma”. Y se lo llevó consigo a Claraval.

El nombre de Bernardo se hizo célebre en toda la Iglesia. Se le llamó para secretario de Concilio de Troyes en el año 1128, para dictaminar sobre los derechos del antipapa Anacleto en el 1130. Con este motivo tuvo que hacer hasta tres viajes a Roma desde 1123 hasta 1137.

En el 1139 asistió al segundo Concilio de Letrán, en el mismo año emprendió la campaña teológica contra Abelardo, hereje antitrinitario. En 1144 Eugenio III le entregó la predicación de una cruzada, con tanto éxito que el rey de Francia y su esposa se presentaron a recibir la Cruz. San Bernardo tuvo que hacer cruces con las tiras de su hábito, porque no había tela para tantos como venían a hacerse cruzados. Luego pasó a Alemania para completar su propaganda. En el año de 1148 redactó en el Concilio de Reims una fórmula trinitaria contra los errores de Gilberto de la Porée.

A su muerte había desarrollado una labor inmensa. Se habían fundado ciento sesenta y tres  monasterios por Francia, Alemania, Suecia, Inglaterra, Irlanda, Suiza, Italia, España y Portugal.  
Murió en el año de 1153 y fue proclamado, por el Papa Pío VIII, Doctor de la Iglesia Universal.


Cuenca, 20 de agosto de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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