SEGUNDO VIERNES DE CUARESMA
Siguiendo con los relatos de los
viernes de Cuaresma hoy os traigo como consiguió la reliquia de la Corona de
Espinas el rey de Francia Luis IX que llegó a ser San Luis IX de Francia.
Cuenta la historia que San Luis
IX de Francia, cuya generosidad hallaba remedio para todos los infortunios,
había auxiliado con importantes cantidades a Balduino II, último emperador
latino de Constantinopla, cuyas necesidades pecuniarias fueron extrema en la
guerra onerosa que sostuvo contra los búlgaros. El desgraciado príncipe, llegó
a Francia den demanda de subsidios, acabó por declarar a San Luis IX que sus
ministros, carentes de recursos, iban a verse en la necesidad de empeñar a extranjeros
la sagrada corona de espinas, venerada en su capilla imperial.
Como viera la penosa impresión
que sus palabras producían en el santo rey, aprovechó la ocasión de agradecerle
sus múltiples liberalidades y añadió: “A
vos, que sois mi primo, mi señor y mi
bienhechor, y al reino de Francia que es mi patria, desearía ofrecer ese
precioso tesoro. Os ruego que lo aceptéis como un puro don”. San Luis
complacido aceptó la ofrenda.
La menor dilación podía hacer
fracasar sus combinaciones. Sin demora envió a Constantinopla a dos religiosos
dominicos, Santiago y Andrés, uno de los cuales había sido prior de un convento
de la mencionada ciudad y había tenido ocasión de ver la santa reliquia.
A su llegada se enteraron de que
los ministros del emperador obligados por extrema necesidad habían empeñado a
los venecianos, mediante una gran cantidad de dinero, la corona de espinas. Ya
se había sacado la reliquia del palacio real y estaba en depósito en la iglesia
que los venecianos poseían en Constantinopla, dispuesta a ser llevada a Venecia
y entregada a las personas que reembolsarían a los venecianos las cantidades
que habían adelantado.
Los emisarios de Francia
negociaron con presteza cerca de los ministros de Balduino y de los venecianos.
Convinieron en entregar la corona de espinas a los enviados de Luis IX y
llevarla a Venecia acompañada de los embajadores y personalidades de
Constantinopla; en Venecia, los franceses pagarían a los venecianos la cantidad
convenida y se encargarían de llevar a Francia el sagrado tesoro.
Este programa se cumplió al pie
de la letra. Antes de salir de Constantinopla, los dos dominicos tomaron las
providencias necesarias para asegurar la autenticidad y la conservación de la
reliquia. El arca en que se guardaba se selló con los sellos de los nobles
franceses. El viaje fue visiblemente bendecido. Se hizo la travesía del
Mediterráneo en época desfavorable, o sea por Navidad del año 1238, y ninguna
tormenta puso en peligro el navío.
Enterado el emperador griego Vatacio de la traslación y queriendo
vengar el dominio momentáneo que los
latinos ejercían sobre los griegos de Constantinopla, envió varias galeras en
persecución del preciado tesoro, pero por mucho que lo buscaron no dieron con
el barco que lo llevaba. La Providencia velaba solícita por la sagrada corona.
Llegaron felizmente a Venecia y fue depositada en la capilla de San Marcos.
Complacido el santo rey francés
del feliz resultado de las negociaciones, cumplió sin vacilar lo tratado con
los venecianos, adelantando la cantidad estipulada, pero exigió que pusieran
una escolta para proteger la sagrada corona en lo restante del camino
hasta Francia.
Aquí me quedo por este viernes,
pues aún nos restan unos pocos hasta el Viernes de Dolores. Queda pendiente
para el próximo el recibimiento que hizo Luis IX a la Santa Corona a su llegada
a Francia. Qué paso con la reliquia durante la Revolución francesa y por último
os hablaré sobre la dispersión de las espinas por distintos países.
Un saludo y gracias por leerme.
Publicado en Cuenca, 17 de marzo de 2017
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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