Arte y representación se conjugan en
la Catedral de Cuenca
El día 21 de noviembre celebra la comunidad cristiana la
festividad de la Presentación de María en el Templo.
Esta festividad está moldeada en
el estuco izquierdo del Altar Mayor de la Catedral conquense, pero no sólo ahí,
también está contemplada en distintas tablas pintadas en capillas que iré
mencionado a lo largo de este pequeño artículo como tributo a la conmemoración
de tan feliz acontecimiento.
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Presentación de María en el Templo
Catedral de Cuenca |
Cuando he hablado de este tema
han sido varios los que me han preguntado: ¿de donde surge esta festividad que
no está contemplada en los libros sagrados?
Se cree que está basada en tres
leyendas muy antiguas contempladas en los escritos apócrifos: “El
Proto-evangelio de Santiago”, del siglo II; del “Evangelio del Pseudo Mateo”,
del siglo IV; y del “Libro de la Natividad de María”, del siglo IX.
Hay que recordar que la
consagración de niñas en los templos siempre la ha habido, incluso antes del
cristianismo. Basándose en los escritos apócrifos antes mencionados y
sintetizando el contenido se puede afirmar: que Joaquín
y Ana, padres de María, cuando tenía tres años de edad, la condujeron al templo de Jerusalén para ser
consagrada al servicio del templo, en género de vida recoleta, de igual modo
que otras niñas de esa edad, antes que ella estarían allí recluidas. A su
llegada es recibida por el sumo sacerdote para ser conducida al sancta sanctórum. Así viviría María toda
su infancia, unos once años.
Después de este pequeño preámbulo,
si combinamos los detalles descriptivos de los tres apócrifos podemos hacernos
la idea de la representación realizada por los artistas medievales que
contribuyeron y popularizaron este tema mariano.
Los elementos que contienen los
relatos son:
1º Los protagonistas: Joaquín y Ana, los padres; María, niña de tres años y el sumo sacerdote que la
recibe a la entrada del templo.
2º Comparsas: grupo de doncellas,
conocidos y amigos de los padres que son invitados al evento. Las doncellas
según los apócrifos, con velas encendidas acompañaban a Joaquín y Ana,
posiblemente fueran las que estaban hasta ese momento dedicadas al servicio del
templo y otros sacerdotes del propio templo.
3º El escenario o entorno: El
exterior del Templo de Salomón, marcando las quince gradas de acceso, se materializa con cierta frecuencia el altar de los holocaustos
inscrito bajo un cimborrio o baldaquino, apeado sobre cuatro columnas, es decir
una especie de templete formado por cuatro columnas que sostiene una cúpula o
dosel plano, destinado a cobijar el altar.
Atendiendo a estos hechos fue la
iglesia de Oriente la primera en introducir esta festividad y convertirla en
una de las doce grandes festividades del año litúrgico oriental. Su
representación se multiplicó muy pronto en el arte bizantino.
Anterior a este episodio se atiende
a la esterilidad de Ana al llevar varios años de matrimonio con Joaquín sin
lograr descendencia. Esto suponía una gran desgracia porque significaba la
exclusión de la familia de las promesas del Señor y ambos pertenecían a la casa
de David de la que un día había de nacer el Mesías. De aquí nace la Leyenda
Dorada, del Protoevangelio de Santiago y del Pseudo Mateo, que anteriormente he
mencionado relata el hecho así: “Joaquín y Ana, de edad avanzada y sin hijos,
sufren el desprecio de sus convecinos, y los sacerdotes del Templo de Jerusalén
rechazan las ofrendas presentadas por Joaquín. Éste entonces se retira a los
montes. Un ángel se le aparece y le ordena que vuelva al lado de Ana, y le
dice: “Dios os va a dar una descendencia
que nunca han tenido ni tendrán los santos ni los profetas”. Ambos esposos
se abrazan en la puerta dorada de la ciudad. Su concebida hija María, traerá al
mundo al Mesías prometido a Israel.
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Abrazo ante la Puerta Dorada
Capilla de la Asunción
Catedral de Cuenca |
Este hecho relatado está plasmado en el retablo de la
capilla de la Asunción de la Catedral de Cuenca, fundada en 1511, pasando al
Deán de la Catedral Juan Barreda quien puso el retablo, realizado en la segunda
parte del siglo XVI, conteniendo entre sus pinturas la tabla que representa “El Abrazo ante la Puerta Dorada”. El
retablo se atribuye a Martín Gómez el Viejo y a su cuñado Pedro de Castro. Igualmente
en el retablo de la capilla de San Roque (o de la Asunción), en una de sus tablas, está representado el Abrazo ante
la Puerta dorada.
La celebración litúrgica aún
tardó en instituirse. La primera fecha de referencia la tenemos el 21 de
noviembre del año 543, fecha en que se consagró la basílica de Santa María la
Nueva en Jerusalén, construida por el emperador Justiniano I. Esta dedicatoria
se convirtió en Jerusalén en una festividad local pasando la devoción a algunos
enclaves del Imperio Bizantino desde el siglo VI y la Iglesia de Constantinopla
la instituyo entre los siglo VII y VIII. El emperador Manuel I en el año 1143
la hizo oficial en todo el territorio del Imperio Bizantino. A Occidente pasó
de la mano del Papa Gregorio XI, en el año 1372 que la estableció en Aviñón,
aceptada por los Carmelitas en el año 1391 y los Cartujos en el año 1474. Su difusión fue fomentada por los papas Pio II y Sixto IV.
En la reforma del calendario
litúrgico llevada a cabo por el Papa San Pío IV (1566-1572) la suprimió al ser
su procedencia de los apócrifos. Volvió a restablecerse en dicho calendario por
el Papa Pío V (1585-1590), a instancias de Felipe II, adaptada para toda la
Iglesia Universal como fiesta menor con rito doble aprovechándose el mismo
formulario litúrgico que el de la Natividad de María, gracias a los esfuerzos
del padre jesuita Turriano. El oficio actual se debe a Clemente VIII que elevó
esta solemnidad al rito de doble mayor que aún se conserva.
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Presentación de María en el Templo
Capilla del Pozo
Catedral de Cuenca |
Las representaciones artísticas
que poseemos en la Catedral conquense del tema que nos ocupa son: la primera y
más espectacular está en el estuco izquierdo del Altar Mayor. Fue realizado
conforme a los diseños de Ventura Rodríguez, de forma clásica. Los artífices a
cuyo cargo estuvo la obra fueron Pedro Ravaglio y Juan Bautista Cremona.
En la capilla de San Roque o del
Pozo, en el retablo plateresco compuesto por siete tablas en las que se
representa escenas alusivas a la vida de la Virgen, se encuentra entre ellas,
la presentación de María en el Templo, Destaca en lo alto la Santísima Virgen
en el momento de ser recibida por el Sacerdote a la puerta del Templo. Y en un
plano inferior y como colocados a cierta distancia se ven las figuras de San
Joaquín y Santa Ana, ella con toca blanca y él con turbante a la cabeza, los
dos contemplando la escena silenciosos.
Sea esta una muestra del
interesante arte que está por descubrir en nuestra magnífica Catedral
conquense.
21 de noviembre de 2019
©José María Rodríguez González