Quiero traer a la memoria, de
quienes me siguen en mis artículos, los misterios que nos presentan la Semana Santa para un cristiano,
hablando del Sábado Santo.
Trasladémonos con el pensamiento
a diez siglos atrás y veamos lo que ocurre en las grandes basílicas cristianas.
Por ejemplo en la de San Juan de Letrán en Roma.
Las ceremonias actuales del
Sábado Santo, sólo son una pequeñez comparadas con los antiguos oficios de la Vigilia
de Pascua cuya magnificencia se comprenderá detallando sus partes.
Hace muchos años, la noche del sábado
al domingo de Pascua, se dedicada casi entera al bautizo de los catecúmenos, o
sea, de los judíos y gentiles que se disponían a la recepción del Sacramento
que nos limpia del pecado original.
En los primeros siglos de la
Iglesia solían ser muy numerosos los catecúmenos, los cuales eran atendidos por
el obispo con entrañable solicitud. Cuando era juzgados aptos, entraban a
formar parte de la clase de los electos o competentes, y al llegar la cuaresma
se les hacía asistir a la iglesia, se les preguntaba públicamente y así los
fieles eran testigos de lo que sabían, se los exorbitaba, se les enseñaba el
Credo y el Padrenuestro y con fervorosas exhortaciones se les acababa de
disponer, y finalmente acudían a la fiesta del Bautismo.
Tal vez si hiciéramos esto ahora
con nuestros jóvenes encontraríamos que algunos de ellos, posiblemente no
sabrían algunas de las oraciones básicas de cualquier cristiano, cosa que
deberíamos corregir si queremos que nuestra religión siga existiendo o no sea
sustituida por otras. Me apenaba mucho cuando impartía clases que los alumnos
no conocieran la Historia Sagrada o verdades básicas de nuestra fe, creo que
deben ser el seno de la familia quienes mantengan la llama viva de nuestro Credo.
Otro momento importante del
Sábado Santo es el referido al fuego nuevo. Después de la hora Nona, que cae
hacia las tres de la tarde, no mucho antes de la puesta de sol, el obispo
acompañado de su clero iba a la basílica. En el atrio, ya encontraba en un
recipiente, fuego que se había encendido con la chispa de un pedernal. Eran años en que no se conocían las cerillas ni ninguna otra manera de obtener
fuego, y cada día antes de Vísperas se solían encender las lámparas y cirios con fuego sacado de una piedra; y como nada profano había de mezclarse con la
sublime majestad del oficio divino, se bendecía el fuego de antemano con una
oración.
Aquella costumbre fue perdiéndose
durante el siglo X, conservándose sólo la solemnidad del Sábado Santo por su
particular significado del día.
Como estudioso de la icnografía,
explicaré el significado de cada uno de los elementos y actos de este día. El
fuego nuevo al brotar repentino del pedernal recuerda a Jesús, verdadera luz
del mundo, que escondido bajo la losa del sepulcro, sale resplandeciente del
mismo en su gloriosa resurrección.
En el interior del templo se
apagan todas las lámparas para reanudarse luego el fuego bendito. Recuerda
esto, que a la muerte de Jesús una profunda obscuridad cubrió la faz de la
tierra, y sobre todo que el mundo moral se hallaba envuelto en las más densas
tinieblas, pero con la resurrección de Cristo, en la Iglesia renace la fe, los
Apóstoles proclaman la divinidad de Jesucristo y todo hombre recibe el Don
inefable de la Luz Divina.
El celebrante vestido de la
dalmática blanca, anuncia por tres veces a los fieles, con tono de voz elevado: ”Lumen Christi” (Ved ahí la luz de
Cristo). Cada vez que entona prende con el fuego nuevo una de las candelas que
lleva puesta en una caña, con lo cual parece decir: “Cristianos, dad gracias a Dios, pues Cristo acaba de resucitar y os
trae la luz con la cual podréis reconocer un solo Dios en tres Personas, como
tres son las candelas que forman un solo cuerpo con la caña”.
Hoy también se bendice y se
enciente el Cirio Pascual. Una vez que se bendice el fuego un cirio de grandes
dimensiones, también será bendecido. Este cirio es otra figura de Jesús vuelto
a la vida. Cuando está apagado, representa al Señor en el sepulcro. El diácono
llega, como en otro tiempo María Magdalena en el sepulcro y las otras santas
mujeres, con aromas, que son los granos de incienso, para embalsamarle. El
encendido del cirio, simboliza la resurrección. Para que se tenga en sentido
misterioso de aquella luz, el cirio se adorna, con el cuerpo glorioso de
Cristo, de cinco cicatrices formadas por los cinco granos de incienso que el
diácono clava en la cera en forma de cruz.
Por mucho tiempo sirvió el Cirio
Pascual de calendario, pues en su misma cera o en tablillas de él suspendidas
se escribía la festividad de las fiestas movibles dependientes de la Pascua.
Era el patriarca de Alejandría, ayudado de sus célebres astrónomos quien
calculaba la fiesta de Pascua y enviaba al Papa el canon o lista de las
festividades del año, el cual lo comunicaba a las iglesias de Occidente y los
obispos, a falta de impresos, las anunciaban a los fieles por medio del Cirio
Pascual.
Feliz Sábado Santo y feliz Pascua
de Resurrección.
Publicado en Cuenca, 31 de marzo
de 2018
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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