No me mueve, mi Dios, para quererte
La poesía es el lenguaje del alma.
Hay veces que te cuesta manifestar tus sentimientos al encontrarte en un estado
anímico y deplorable. Es entonces cuando tomando una hoja y un lápiz te pones a escribir, en ese momento, sin saber cómo
comienzas a escribir esas palabras que tu garganta no pronuncian, convirtiéndose
en poesía aunque no seas poeta, dejando que sea el alma la que hable. Hoy es
uno de esos días.
En los albores de la Semana Santa
ha muerto mi último tío por parte de padre. Lo que más rabia me da es haberme
enterado de su fallecimiento en el mismo momento que se celebraba su funeral.
Eso duele cuando he mantenido con esa persona cierta aproximación, habiendo
disfrutado de sus explicaciones que han dado luz a muchas historias de mi
familia que desconocidas y gracias a él he tenido conocimiento de ellas.
Descanse en paz y mi más sentido pésame a mi tía, a mis primos y resobrinos.
Emilio, gracias por todo lo que he aprendido de ti en estos años. Que Dios te
tenga en su Seno.
Después de este inciso, necesario
para mí en estos momentos, retomo el tema. La poesía es el lenguaje del alma
que permite volar traspasando fronteras, en ella está la inspiración y la
sabiduría, dos elementos conexos para el cuerpo y el alma que quedan fusionados
en la poesía, llegando a transformar lo humano en divino, así lo entendieron
los grandes poetas que hablaron de la Pasión de Cristo.
Hoy dadas las fechas en que nos
encontramos toca acercarse a la literatura relacionada con la Semana Santa.
Podemos empezar nuestro recorrido con el texto famoso “No me mueve, mi Dios,
para quererte”, texto conocido que fue atribuido a numerosos autores como a San
Juan de la Cruz y a Santa teresa, pero que hoy por hoy debemos considerarlo
anónimo. El poema expresa el amor puro a Dios, al que se ofrece amarle sin
pensar en el premio final del Cielo.
Me acuerdo en mis tiempos de
estudiante, con los Hermanos Maristas, que en este tiempo recitábamos el poema
teniendo un crucifijo delante y mirándolo decíamos el poema:
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por esa de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en esa cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, te yo te amaría,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Tenemos un paisano importante
como es Fray Luis de León que es autor de numerosas poesías sobre el tema de
reconocido prestigio, como “canción a Cristo Crucificado” en el que expresa que
vuelva Cristo sus ojos para mirarle. Otro poema de él que me impresiona es “En
la Ascensión” donde pone de manifiesto el desamparo que sufre el hombre al
ascender Jesús a los cielos.
En la España del siglo XVII
tenemos tres grandes poetas dignos de mención y que vale la pena leerlos en
este tiempo de Semana Santa, tales son: Lope de Vega, Góngora y Quevedo.
Lope de Vega posee gran número de
poemas sobre el tema, uno de los que más me gusta es el que comienza: “Pastor
que tus silbos amorosos…” o el dedicado “A la muerte de Jesús”.
Luis de Góngora y Argote, por el
año 1613 revolucionó la poesía española al circular por la Corte madrileña
copias de sus poemas como las “Soledades y las Fábulas de Polifemo y Galatea”,
posee poemas tan bellos como “A Cristo en la Cruz” donde relata la humillación de
Cristo al encarnarse y sufrir la muerte en la Cruz por salvar a todos los
hombres.
Por último Quevedo, conocido por
su faceta satírica y burlesca pero que posee poemas religiosos tan emotivos
como “A la muerte de Cristo, contra la dureza del corazón del hombre”.
El tema de Semana Santa y la Pasión se prolongó en los siglos XVIII y
XIX y siguió con el siglo XX hasta llegar a nuestros días. En la Pasión de
Cristo se unen en estos días historia, fe, misterio y evento. Sería muy empobrecedor
quedarnos en los puros hechos sin entrar en el misterio de la Redención, ser
simples observadores de los desfiles procesionales sin llegar a ser actor del
drama porque en Cuenca queramos o no somos intérpretes y actores de la Pasión de Cristo.
Publicado en la Semana Santa de 2015
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
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BIBLIOGRAFÍA:
Luca de Tena, Torcuato, La mejor poesía cristiana, Barcelona, Ediciones Martínez
Roca, 1999.
Poesía religiosa española (antología), Zaragoza, Editorial Ebro, 1969
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