lunes, 30 de marzo de 2020

Criaturas de fábula y misterio.

   Siempre nos hemos sentidos atraídos por las criaturas misteriosas, criaturas de cuento, de esos cuentos encantados de príncipes y princesas. Criaturas como el dragón, la montícola, la hidra, el grifo y el basilisco.

Todas estas criaturas pueden ser reales o imaginarias, criaturas extrañas que han poblado la tierra, habitado sus océanos y surcado sus cielos desde tiempo inmemoriales, sembrando el terror y el asombro de quienes los observaban y padecían. A lo largo de los siglos, algunos de los monstruos más feroces han quedado confinados a las leyendas, convirtiéndose en un vívido testimonio de la imaginación del hombre.
La hidra

Nos parece increíble que estas criaturas puedan descender de algún modo de bestias reales, de algunas de las cuales se tenían noticias únicamente a través de los informes de viajeros y exploradores a la vuelta de sus expediciones a lejanos mundos no explorados.

Como animal misterioso está catalogado el grifo, una invención medieval que se suponía que habitaba en algún país lejano, es una imaginativa combinación del león y el águila. Más de un monstruo ficticio fue modelado a partir de la serpiente, un animal largamente identificado con el mal, como hablábamos ayer en el artículo del “bestiario del diablo”. Es casi seguro que la serpiente sea el origen del dragón lanzallamas, una criatura a la que parecen habérsele añadido las alas de un murciélago y las extremidades de un lagarto.
Dragón lanzallamas.

Los estudiosos han apuntado a menudo la posibilidad de que la creación de tales monstruos se haya inspirado en los restos de animales ya extintos como el mamut y los osos cavernarios.

Si el origen exacto de los monstruos míticos es un misterio, también lo son las razones que llevaron a su invención. Quizá resultaban una forma adecuada de representar los miedos y fantasías más profundas del hombre o una manera de explicar fenómenos naturales que carecían de causa evidente.

La rejería del siglo XVI de la Catedral de Cuenca está llena de estos seres mitológicos, como parte del contenido catequético, que cada benefactor quiso dejar impreso a las generaciones posteriores. Este arte en el hierro hace dos funciones importantes en cada capilla, proteger su interior e informar y catequizar cristianamente a través de la iconografía que fue trazada y plasmada en el hierro para que generaciones posteriores, como la nuestra, aprenda sus creencias y sepa encontrar de nuevo el camino de la fe de nuestros mayores y antepasados.

Sirva esto de adelanto de lo que hablaré en próximo día.

Cuenca, 31 de marzo de 2020.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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