La sociedad y
su gente en todos los tiempos han buscado el poder de la magia y del embrujo
para poder apartar el mal de sí y de su entorno. Cruces, relicarios,
campanillas, higos, pomas y corales, todos ellos servían para proteger a los
bebes en el siglo XVII. En esos siglos se creía que los malos espíritus
flotaban en el aire y acechaban a las personas y especialmente a los niños, más
vulnerables, así se pensaba por la gran mortalidad infantil, era normal que la
mitad de los nacidos muriesen antes de cumplir los dos años.
Especialmente
los niños estaban expuestos a tres males, a saber: el mal de ojo, el mal del
aire y al poder de la luna, llamado alunamientos.
Relicario |
El primero, el
mal de ojo, se creía que alguna persona que envidiara el bienestar de otra o
simplemente ignorante de la energía negativa que desprendía, podía debilitar al
niño sólo con mirarlo.
El mal del
aire se contraía o se contrae, según creencias, por la exposición a una
corriente nociva que flota en el aire y afecta especialmente a las personas más
débiles. Es más frecuente en lugares poblados y en edificios donde se han
producido conflictos entre sus moradores, se puede decir que cuanto más antiguo
es el edificio, más posibilidades hay que en su interior haya malos aires.
El alunamiento
consiste en una irradiación maléfica de la luna sobre la persona, especialmente
si se trata de un niño. Es conocida la influencia de la luna en las mareas, en
la vegetación y en la menstruación de la mujer. También se creía que irradiaba
influencias benéficas o maléficas sobre las personas causándoles malestar,
exponiéndolas a enfermedades o a trastornos psíquicos.
Una gran cruz
sobre el pecho era una defensa a las acechanzas del demonio y otra cruz más
pequeña que debería ser bendecida en algún santuario o pasada por alguna
reliquia milagrosa para que pudiera participar de los beneficios del santo,
ambas servían para alejar al demonio de la persona que las llevaban. También se
utilizaban para esto medallas de imágenes de santos y santas, incluso reliquias
de los santos.
También las
piedras preciosas, como el jaspe se les atribuía grandes propiedades
profilácticas y el poder de nutrir de fuerza y energía al portador.
La higa. |
Otro colgante
es la higa: un puño tallado en azabache en el que el dedo pulgar sobresale
entre los dedos índice y corazón. Era el amuleto más efectivo contra el mal de ojo.
Desde la antigua Roma su uso se ha transmitido a través del tiempo hasta
nuestros días. En Santiago de Compostela la higa sigue siendo la pieza principal
que fabrican los azabacheros instalados
en torno a la catedral.
La poma es una
esfera de plata horadada en cuyo interior se colocaban plantas aromáticas,
laurel, tomillo, etc. para prevenir el mal de aire.
Colmillo de jabalí. |
Otros objetos
considerados protectores eran el colmillo de jabalí, para favorecer el
desarrollo de los dientes; la pata de tejón, con sus cinco afiladas uñas, que
alejaban el mal de ojo y atraía la suerte; la campanilla, que prevenía las afecciones
del oído… y así un sinfín de objetos que iré trayendo en otros artículos para
entretenernos y aprender un poco de las costumbres de nuestros supersticiosos
antepasados.
Cuenca, 18 de marzo de 2020.
José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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