miércoles, 18 de marzo de 2020

Amuletos de la suerte y de sanar.

   La sociedad y su gente en todos los tiempos han buscado el poder de la magia y del embrujo para poder apartar el mal de sí y de su entorno. Cruces, relicarios, campanillas, higos, pomas y corales, todos ellos servían para proteger a los bebes en el siglo XVII. En esos siglos se creía que los malos espíritus flotaban en el aire y acechaban a las personas y especialmente a los niños, más vulnerables, así se pensaba por la gran mortalidad infantil, era normal que la mitad de los nacidos muriesen antes de cumplir los dos años.

Especialmente los niños estaban expuestos a tres males, a saber: el mal de ojo, el mal del aire y al poder de la luna, llamado alunamientos.
Relicario

El primero, el mal de ojo, se creía que alguna persona que envidiara el bienestar de otra o simplemente ignorante de la energía negativa que desprendía, podía debilitar al niño sólo con mirarlo.

El mal del aire se contraía o se contrae, según creencias, por la exposición a una corriente nociva que flota en el aire y afecta especialmente a las personas más débiles. Es más frecuente en lugares poblados y en edificios donde se han producido conflictos entre sus moradores, se puede decir que cuanto más antiguo es el edificio, más posibilidades hay que en su interior haya malos aires.

El alunamiento consiste en una irradiación maléfica de la luna sobre la persona, especialmente si se trata de un niño. Es conocida la influencia de la luna en las mareas, en la vegetación y en la menstruación de la mujer. También se creía que irradiaba influencias benéficas o maléficas sobre las personas causándoles malestar, exponiéndolas a enfermedades o a trastornos psíquicos.

Una gran cruz sobre el pecho era una defensa a las acechanzas del demonio y otra cruz más pequeña que debería ser bendecida en algún santuario o pasada por alguna reliquia milagrosa para que pudiera participar de los beneficios del santo, ambas servían para alejar al demonio de la persona que las llevaban. También se utilizaban para esto medallas de imágenes de santos y santas, incluso reliquias de los santos.

También las piedras preciosas, como el jaspe se les atribuía grandes propiedades profilácticas y el poder de nutrir de fuerza y energía al portador.
La higa.

Otro colgante es la higa: un puño tallado en azabache en el que el dedo pulgar sobresale entre los dedos índice y corazón. Era el amuleto más efectivo contra el mal de ojo. Desde la antigua Roma su uso se ha transmitido a través del tiempo hasta nuestros días. En Santiago de Compostela la higa sigue siendo la pieza principal que fabrican los  azabacheros instalados en torno a la catedral.

La poma es una esfera de plata horadada en cuyo interior se colocaban plantas aromáticas, laurel, tomillo, etc. para prevenir el mal de aire.
Colmillo de jabalí.

Otros objetos considerados protectores eran el colmillo de jabalí, para favorecer el desarrollo de los dientes; la pata de tejón, con sus cinco afiladas uñas, que alejaban el mal de ojo y atraía la suerte; la campanilla, que prevenía las afecciones del oído… y así un sinfín de objetos que iré trayendo en otros artículos para entretenernos y aprender un poco de las costumbres de nuestros supersticiosos antepasados.

 Cuenca, 18 de marzo de 2020.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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