viernes, 15 de marzo de 2024

San Abraham, sacerdote. Festividad del 16 de marzo.

   Cuando oímos hablar de Abraham enseguida se nos va la mente al primer patriarca del judaísmo que su historia es contada en todos los textos sagrados de las religiones abrahámicas como son el judaísmo, el cristianismo y el islam. Pero hemos de pensar que los nombres, a través de los tiempos, son caprichosamente distribuidos y ello nos lleva a veces a confusiones.
San Abraham.

En esta ocasión San Abraham nació en las cercanías de Edesa en la Mesopotamia del norte, (según nos cuenta san Efrén) de padres muy ricos. El primer episodio que conocemos es extraño y escandaloso: en su noche de bodas abandonó a la novia y huyó lejos, hasta la región del Helesponto, lo que hoy llamamos estrecho de los Dardanelos, para convertirse en penitente ermitaño.

Allí vivió en una gruta diez años en la más completa soledad, sin más que un manto y un cilicio para vestirse, una estera para dormir, un vaso para beber un poco de agua y hierbas crudas del campo por todo alimento.

El obispo de Lampsaco (ahora la ciudad turca de Lapseki) le suplicó que accediera a evangelizar a un pueblo de aquellos contornos cuya barbarie era proverbial y que se distinguía por su tenacidad en el paganismo. El  eremita, muy a pesar suyo, acabó aceptando tal misión, y después de ser ordenado sacerdote, se dirigió hacia allí.
San Abraham, predicación.

Lo primero que hizo fue levantar una suntuosa iglesia, para que el verdadero Dios tuviese una casa digna en el pueblo, y luego destruyó los ídolos a los que tan apegados estaban los indígenas; éstos como era previsible, montaron en cólera, le dieron una soberana paliza y le echaron. Al día siguiente volvió para predicar, y se repitió la misma escena, con palos e injurias hasta darle por muerto.

Así una y otra vez San Abraham insistía siempre lleno de mansedumbre y caridad, recibiendo los malos tratos con una sonrisa, hasta que al cabo de tres años su ejemplo inaudito conmovió a los idólatras, que pidieron hacerse cristianos. El les instruyó en la fe, bautizó a un millar de personas y en seguida huyó a su gruta para seguir viviendo hasta su muerte en la bendita soledad de Dios, acaeciendo en el año 367.

Publicado en Cuenca, 16 de marzo de 2020 y el 16 de marzo de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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