domingo, 19 de mayo de 2019

345 años del incendio de la Torre del Giraldo.

El  fatídico 20 de mayo de 1674 para la Catedral de Cuenca. Tres días duro el incendio hasta su extinción.
Se alzaba airosa, esbelta y artística la torre del Giraldo en el callejón de la Calle de San Pedro, adosada al cuerpo del edificio, junto al claustro, sobre los calados y ojivales de la Basílica, con aquella aguja que durante tantas centurias desafiaba al viento, sufriendo en diversos incendios que amenazaban con casi su total desaparición.
En la noche del 20 de mayo de 1674 un rayo produjo un terrible incendio en la torre de  las campanas, llamada del Giraldo.
Torre del Giraldo. 1870
Catedral de Cuenca
La caída de un rayo produjo un voraz incendio, ardiendo las vigas, los telares o vigas en donde descansaban. Seis de las campanas quedaron inutilizadas al desplomarse sobre la bóveda, propagando el incendio dentro de la Catedral.

El Obispo que regia la diócesis era D. Francisco Zárate Terán (1664-1679). El mismo Rey Felipe IV le promovió para la mitra de Cuenca, de la que tomó posesión por su apoderado D. Manuel Olias de Espinosa, canónigo de Segovia, el 26 de mayo de 1664. Fue un prelado ejemplar y de gran crédito.
Este incendio fue un duro revés para el Obispo que puso todo su empeño en remediar los daños. Fueron tres días lo que duró el incendio y trece los que se emplearon para sacar los escombros. El maestro de cantería, Domingo Ruiz, ajustó y trabajó el remate de la cubierta y corredores de la torre en unos 4.000 duros, corrió a cargo de cuenta de la fábrica: la cal, piedra, madera, maromas, etc., todo ello para reparar la aguja y calados en que estaban colocadas las campanas y sobre la que giraba el Giraldo.

La obra de restauración resultó muy costosa y no siendo bastantes los fondos disponibles por prelados y capitulares se acudió a pedir limosna a prelados y señores de otras partes de España, como D. Juan de Austria que donó 6.000 pesos.
Al verse afectadas seis campanas, se mandó llamar a los campaneros turolenses: Agustín Arena, su hijo Juan y Antonio de la Puente Montecillo, para que fundieran nuevas  campanas, siendo sustituidas las dañadas.

A las nuevas campanas se les puso el nombre de Santa María, a la mayor; San Julián  a la segunda a la que se le añadió la inscripción: “Sancte Juliane, ora pro nobis”. La tercera se le dio el nombre  de San Salvador con la que se llamó San Pedro y San Pablo formaron los dos esquilones. El cimbalillo grande se llamó San Mateo y la más pequeña Santa María la menor con la inscripción: “Ave gratia plena”.
Tras la terminación de las obras y la correspondiente bendición, por el Sr. Obispo, se celebraron tres días de fiesta, con el correspondiente disfrute de toros enmaromados.

Cuenca, 20 de mayo de 2019.
José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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