domingo, 5 de mayo de 2019

San Juan Apóstol


Hoy se celebra al festividad de San Juan Apóstol

Esta fiesta se suprimió del Misal Romano en la reforma de 1960 siguiendo la norma de la no duplicación ya  que la festividad de San Juan Evangelista se celebra el 27 de diciembre.

Con relación a la vida de San Juan debo comenzar explicando las persecuciones que sufrieron los cristianos desde sus primeros tiempos. La primera persecución empezó bajo el dominio del emperador Nerón, cesando en el año 69. Durante más de 20 años, bajo el gobierno de Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano y Tito vivieron en paz los cristianos de todo el Imperio.


San Juan, muerta la Virgen en Jerusalén, hacia el año 42 se marchó al Asia Menor y se estableció en la ciudad marítima de Éfeso, capital efectiva de toda aquella provincia romana. Aquí vivía el Santo Apóstol cuando subió al trono Domiciano (años 81-96).

Los primeros años se deslizaron tranquilos para los cristiano, pero al año 14 de su reinado (94), Domiciano se enfureció contra ellos y renovó lo que llama Tertuliano el Institutum Neronianum. Muchos fueron condenador por ateísmo y costumbres judaicas, como decían los paganos, bien a la muerte, bien al destierro, bien a la pérdida y confiscación de todos sus bienes.

Fue ejecutado Flavio Clemente, primo del emperador y cónsul en año 95. Su esposa Flavia Domitila fue desterrada a la isla Pandataria (Santa Mria) frente a Gaeta. Flavia Domitila la joven, nieta, a lo que parece, de Pomponia Grecina e hija de Santa Plautila, marchó a la Isla Poncia. También fue martirizado y murió Acilio Glabrión, cónsul el año 91.

De Palestina fueron llevados a Roma y juzgados delante de Domiciano dos parientes del Señor, nietos de San Judas Apóstol. El emperador se convenció de que no aspiraban a la corona de los judíos y los puso en libertad.

Con San Juan fue más severo. No consta claro con qué motivo y en qué circunstancias vino a Roma, pero su venida y martirio en tiempos de Domiciano es cierto.

Tertuliano a principios del siglo III, muy impuesto en todas las tradiciones romanas de los primeros siglos, nos dice claramente que San Juan estuvo en Roma y fue arrojado en una caldera de aceite hirviendo.

San Juan era ya anciano y probablemente fue azotado antes de ser arrojado desnudo a la caldera. Podemos imaginarlo dentro, con las manos juntas y en fervorosa oración, recordando las palabras proféticas del Señor, cuando la anunció que debía beber el cáliz de la Pasión, antes de entrar en el reino de su Padre. Allí se ofreció como víctima por la Iglesia y Dios se contentó con su ofrecimiento y primeros dolores, pues en vez de ahogarse y morir perseveró orando y alabando a Dios hasta que lo sacaron más fuerte y rejuvenecido, como expresamente dice Tertuliano. San Jerónimo menciona esta confesión del Apóstol y los Padres posteriores. San Isidoro habla de un veneno que le obligaron a tomar sin que le hiciese daño alguno.

Desde el siglo IX se conmemora este martirio en una basílica romana, junto a la puerta llamada Latina, porque da salida al Lacio. La Iglesia es del siglo V y ha sudo restaurada en varias ocasiones.

Ante la evidencia y fuerza del poder sobrenatural, que tan sensible se mostró en el viejo Apóstol de Cristo, cedió el emperador, le perdonó la vida y se contentó con enviarle desterrado a la isla de Patmos. No había llagado todavía la hora final de San Juan y Dios lo conservaba aún para grandes empresas. En el destierro de Patmos debía escribir sus revelaciones, el libro del Apocalipsis y luego, con la muerte del tirano, volver a la Iglesia del Asia Menor, para dejarles en herencia el Evangelio de Jesucristo, el Evangelio espiritual, que tan de manifiesto iba a poner el amor y divinidad de Jesús.

 Cuenca, 6 de mayo de 2019.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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