Juan de Ávila nació en Almodóvar
del Campo (Ciudad Real), de una familia de cristianos nuevos, lo cual iba a
crearle no pocas dificultades en el curso de su vida. Estudió Derecho y
Teología en Salamanca y Alcalá y fue ordenado sacerdote en 1525.
Quería ir a cristianizar las
Indias, pero no fue posible y se quedó muy cerca de su tierra natal, en Andalucía,
predicando en Sevilla, Granada, Córdoba, Écija, Baeza, Montilla y muchos
lugares más. Es el gran predicador, sabio, austero, fogoso, que arrebataba con
la fuerza de su palabra a los oyentes.
El Santo Oficio se alarmó ante la
vehemencia de su celo y el eco que tienen sus sermones, considerándose que tal
vez perturba el orden social e incurre en algún aspecto de la herejía luterana;
por lo que fue llevado ante el Tribunal de la Inquisición y sufrió cárcel durante unos meses, hasta que se reconoció su absoluta ortodoxia.
San Juan de Ávila Obra del pintor francés Pierre Subleyras 1746 |
Fervoroso y mortificado, incluso
más hombre de oración que de palabra, Juan de Ávila sigue su camino encendiendo
inquietudes de más exigente espiritualidad en seglares, clérigos y religiosos;
por ejemplo, en carmelitas, como san Juan de la Cruz, en dominicos como Fray
Luis de Granada, que será su primer biógrafo y en los jesuitas. Coincide tanto
con San Ignacio, que piensa en ingresar en la Compañía de Jesús.
Pero es un hombre aparte, que
atrae y asusta, siempre rodeado de entusiasmo y de suspicacias, hasta el punto
de no ser canonizado hasta 1970. Un gran santo sin temor por las aristas de la
verdad, hirientes en primer lugar para él mismo.
Cuenta su biógrafo que cuando
murieron sus padres, que fue antes de terminar su carrera eclesiástica, el día
de su primera Misa se llevó a su casa a doce pobres, los vistió, les lavó los
pies, les dio de comer y les sirvió él mismo a la mesa.
Como dije anteriormente, sus
ideas fueron el convertir al mundo infiel y determinó embarcarse para América.
Vendió la hacienda de sus padres, repartió el dinero entre los pobres de
Almodóvar y se traslado a Sevilla para buscar una nave que lo llevara a cumplir
sus sueños. Don Alonso Manrique, arzobispo le rogó primero y luego le mandó
bajo obediencia, que desistiera de ese viaje, porque Dios lo quería en
Andalucía.
Su primer sermón lo predicó en el
Salvador de Sevilla. Antes de subir al púlpito se sintió tan desconcertado, que
volviendo sus ojos a un crucifijo, le dijo: “Señor mío, por aquella vergüenza que Vos padecisteis cuando os
desnudaron para poneros en esa Cruz, quitadme esta excesiva vergüenza y dadme
vuestra palabra para que en este sermón gane alguna alma”.
Este sermón, que predicó entre
los veintiocho o treinta años, es considerado como uno de los mejores. Desde
entonces fue el maestro de los predicadores. Fray Luis de Granada, el Crisóstomo
español, dice que, sentándose en la escalera del púlpito para oírle mejor, se
aprovechaba más con los sermones del maestro Ávila que con muchos años de
estudio.
Otro día le pidió el sermón para
copiarlo y el Santo sacó de su bolsillo un papel pequeño, doblado, donde en
pocos renglones estaba el esquema del sermón. Generalmente solía hablar durante
dos horas seguidas. Fray Luis de Granda comparaba sus sermones con un arcabuz
cargado de mucha munición, que de un tiro hace muchos estragos.
Del púlpito pasaba al
confesionario, donde, como dice su biógrafo: “seguía la caza que dejaba desde el púlpito, hasta que la ponía en manos
de Dios”.
Cuando llegó la hora de su
muerte. Uno de los discípulos le entregó el santo Crucifijo. Él lo tomó, lo
abrazó y besó, sin cesar de pronunciar los Dulcísimos Nombres de Jesús y María,
así falleció santamente en Montilla, el 10 de mayo de 1569, a la edad de
setenta años y cuarenta y cinco de fecundo apostado.
Su cuerpo se conserva en la
iglesia de la Compañía de Jesús de Montilla. Fue beatificado por León XIII en
el año 1894 y canonizado el 31 de mayo de 1970 por el Papa Pablo VI. El Papa
Benedicto XVI, lo proclamó Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012.
Cuenca, 10 de mayo de 2019.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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