miércoles, 24 de mayo de 2023

La festividad de la Ascensión del Señor. Este año el 26 de mayo de 2022.

 La catedral de Cuenca rememora el acontecimiento, unos días antes, con la llegada del sol al cuadro de la Ascensión del Señor en la Capilla de la Virgen del Sagrario.

La festividad de la Ascensión del Señor se celebra justo cuarenta días después del domingo de Resurrección, dentro del Tiempo de Pascua.

Dicen los cánones que “dichas las supremas palabras de despedida, a la vista de los Apóstoles, Jesús se elevó y una nube le ocultó sus ojos. Vidéntibus illis elevátus est. Esta naturaleza humana –dice san León- se alzará por encima de todas las criaturas celestiales para ser colocada más arriba que los arcángeles, y no detenerse en su vuelo sublime más que en la mansión del Padre, a cuya diestra tomará definitivo asiento. Quinientos discípulos, presididos por la feliz Madre del  Señor le vieron subirse a los cielos en aquel jueves luminoso con esperanzas de cielo y ansias de eternidad. Fue para ellos una sorpresa que los sobrecogió por lo inusitado del portento. Se quedaron mirando a lo alto absortos y silenciosos. Ni María que sabía más que nadie de los secretos de su Hijo, ni los dichosos testigos de la Transfiguración que vieron brevemente la gloria de Jesús, se explicaban el hecho.

Este hecho está representado en la Catedral de Cuenca, en un cuadro de Andrés de Vargas, situado al Oeste, en la capilla de la Virgen del Sagrario, donde se representa la Ascensión de Nuestro Señor, y es unos días antes de la festividad, cuando el sol lo ilumina dando así el aviso de la pronto llegada del momento de su celebración.

Ascensión del Señor. obra de Andrés de Vargas.
Capilla de la Virgen del Sagrario en la Catedral de Cuenca.

Se cuenta que cuando subió Jesús a los cielos, dejó los vestigios de sus pies divinos impresos en la roca en que descansaron por última vez. Durante muchos siglos han sido visitables y besados con respeto y regados con lágrimas de arrepentimiento y de amor. San Jerónimo, san Sulpicio Severo y san Paulino de Nola, han atestiguado este hecho milagroso. “Se va a Judea-dice san Agustín- para adorar las huellas de los pies de Jesucristo que se ven en el monte de los Olivos”.

Huellas de los pies de Cristo.

Durante el sitio de Jerusalén por Tito, el ejército romano acampó largo tiempo en esta montaña, sin que ni los movimientos de las tropas, ni las patas de los caballos, ni los trabajos del campamento pudiesen borrar esas huellas sagradas.

Santa Elena, llena de veneración, hizo construir en el mismo lugar una iglesia coronada con una cúpula elevada, cuya cúspide nunca se llegó a cubrir no artesonar.

Cuenta Eusebio que cuando se quiso pavimentar y cubrir de mármol las huellas de los pies, se tuvo que desistir del intento por imposible. Todo cuanto se ponía era rechazado al instante por una fuerza invisible, y no hubo más remedio que dejar al descubierto el lugar de las huellas. Dios quería que los fieles pudiesen contemplar a la vez las huellas sagradas del Salvador en la tierra, y por encima, el paso por donde Él tomó su ruta hacia el cielo.

Huella de los pies de Cristo.

Hacia finales del siglo VII el edificio se encontraba aún en este mismo estado, pero fue destruido durante las guerras de los sarracenos. La parte de a roca que guarda las santas reliquias, encuadrada en cuatro piezas de mármol, se halla en la actualidad encerrada en una pequeña mezquita. Sólo se ve el pie izquierdo, pero la devoción de los peregrinos, según se cree, ha hecho desaparecer el pie derecho.

Cuenca, 26 de mayo de 2022.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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Fuentes:

-Festividades del año Litúrgico. Dr. Vicente Tena. 1945.

 

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