jueves, 1 de febrero de 2024

2 de febrero. Fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen.

Objeto de esta fiesta y simbología de la bendición de los cirios.

Esta fiesta se atribuye al Papa Benedicto XIV, aunque es cierto que ya en el siglo V se celebraba como fiesta de las más antiguas.
   En la Iglesia Griega y en la de Milán, se celebra el 2 de febrero entre las solemnidades de Nuestro Señor; pero la Iglesia romana la colocó siempre entre las de las Santísima Virgen celebrándola también el mismo día.
Presentación de Jesús en el templo.
   Dice San Pedro que Nuestro Señor quiso al hacerse hombre someterse voluntariamente a la ley, es decir, que a pesar de que su condición de legislador supremo le excluía de toda sujeción, se sometió a la ley de los judíos, y a esa misma ley quiso someter a su propia Madre.

La ley judía ordenaba a todas las mujeres israelitas que se abstuviesen de entra en el templo durante los 40 días siguientes a su alumbramiento, si había dado a luz a un niño, y durante ochenta día, si el nacido era niña. Terminado este plazo debían de ir al templo para purificarse y ofrecer a Dios un sacrificio consistente en un cordero que debía ser ofrecido en holocausto. Era, además, ritual, que se ofreciese una tórtola y una paloma por el pecado. Las madres que no podían ofrecer un cordero lo reemplazaban por otra tórtola y otra paloma. El sacrificio expiatorio tenía como fin expiar el pecado en el que había nacido el niño. El holocausto, significaba la consagración entera de la criatura de Dios; por esto al tiempo del sacrificio la presentaban al Señor.

Otro precepto era sólo para los primogénitos varones, tanto hombres como animales. Dios se había reservado como bienes propios a todos los primogénitos de Israel, libertados en Egipto al castigar Dios con la plaga que privó de la vida a todos los primogénitos egipcios, desde el hombre hasta la bestia de carga.

Transcurridos, pues, los cuarenta días señalados por la ley, María se presentó en el templo para cumplirla puntualmente, acompañada de San José y con su hijo en brazos.

De este modo se realizaron los misterios de este día, y así la luz del mundo, destinada a iluminar a todas las naciones, penetró en el Templo. Para recordar esta luz celestial, la Iglesia acostumbra a bendecir las velas o candelas de un modo solemne el día 2 de febrero.

Esta ceremonia instituida por el Papa Gelasio a finales del siglo V ha recibido el nombre popular de La Candelaria. Los cirios que se bendicen antes de la misa de la Purificación simbolizan a Nuestro Señor Jesucristo. Según Ivo de Chartres, la cera de que están formados, producto recogido de las flores por las abejas, que en la antigüedad se consideraba como un tipo de la virginidad, significa la carne virginal de Jesús, el cual no tuvo necesidad de alterar el estado virginal de su Madre. La luz de las velas nos debe recordar la luz de Cristo que vino a iluminar muestras tinieblas.
Bendición y encendido del cirio pascual.
   Dice San Anselmo al explicar este misterio y nos recuerda que hay que considerar tres cosas en el cirio: la cera, la mecha y la llama. La cera obra de la abeja virginal, es la carne de Cristo; la mecha, que es interior, es el alma; y la llama, que brilla en la parte superior, es la divinidad.

Estos cirios son llevados en procesión, una vez bendecidos, por los ministros celebrantes y el clero; procesión que fue instituida por el Papa Sergio en el siglo VII. Esta manifestación de fe es el símbolo de la Iglesia que avanza para ir en busca del divino Manuel y recuerda la maravillosa escena verificada en el Templo de Jerusalén.

Los cirios bendecidos en La Candelaria, se deben guardar en las casas cristianas pues son prenda de protección divina y un símbolo de luz espiritual en las almas, por la gracias del Espíritu Santo.

Publicado en Cuenca, 2 de febrero de 2020 y actualizado el 2 de febrero de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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