Objeto de esta fiesta y
simbología de la bendición de los cirios.
Esta fiesta se
atribuye al Papa Benedicto XIV, aunque es cierto que ya en el siglo V se
celebraba como fiesta de las más antiguas.
En la Iglesia Griega y en la de Milán, se celebra el 2 de febrero entre las solemnidades de
Nuestro Señor; pero la Iglesia romana la colocó siempre entre las de las
Santísima Virgen celebrándola también el mismo día.
Presentación de Jesús en el templo. |
Dice San Pedro
que Nuestro Señor quiso al hacerse hombre someterse voluntariamente a la ley,
es decir, que a pesar de que su condición de legislador supremo le excluía de
toda sujeción, se sometió a la ley de los judíos, y a esa misma ley quiso
someter a su propia Madre.
La ley judía
ordenaba a todas las mujeres israelitas que se abstuviesen de entra en el
templo durante los 40 días siguientes a su alumbramiento, si había dado a luz a
un niño, y durante ochenta día, si el nacido era niña. Terminado este plazo
debían de ir al templo para purificarse y ofrecer a Dios un sacrificio
consistente en un cordero que debía ser ofrecido en holocausto. Era, además,
ritual, que se ofreciese una tórtola y una paloma por el pecado. Las madres que
no podían ofrecer un cordero lo reemplazaban por otra tórtola y otra paloma. El
sacrificio expiatorio tenía como fin expiar el pecado en el que había nacido el
niño. El holocausto, significaba la consagración entera de la criatura de Dios;
por esto al tiempo del sacrificio la presentaban al Señor.
Otro precepto
era sólo para los primogénitos varones, tanto hombres como animales. Dios se
había reservado como bienes propios a todos los primogénitos de Israel,
libertados en Egipto al castigar Dios con la plaga que privó de la vida a todos
los primogénitos egipcios, desde el hombre hasta la bestia de carga.
Transcurridos,
pues, los cuarenta días señalados por la ley, María se presentó en el templo para
cumplirla puntualmente, acompañada de San José y con su hijo en brazos.
De este modo
se realizaron los misterios de este día, y así la luz del mundo, destinada a
iluminar a todas las naciones, penetró en el Templo. Para recordar esta luz
celestial, la Iglesia acostumbra a bendecir las velas o candelas de un modo
solemne el día 2 de febrero.
Esta ceremonia
instituida por el Papa Gelasio a finales del siglo V ha recibido el nombre
popular de La Candelaria. Los cirios
que se bendicen antes de la misa de la Purificación simbolizan a Nuestro Señor
Jesucristo. Según Ivo de Chartres, la
cera de que están formados, producto recogido de las flores por las abejas, que
en la antigüedad se consideraba como un tipo de la virginidad, significa la
carne virginal de Jesús, el cual no tuvo necesidad de alterar el estado
virginal de su Madre. La luz de las velas nos debe recordar la luz de Cristo
que vino a iluminar muestras tinieblas.
Bendición y encendido del cirio pascual. |
Dice San Anselmo al explicar este misterio y
nos recuerda que hay que considerar tres cosas en el cirio: la cera, la mecha y
la llama. La cera obra de la abeja virginal, es la carne de Cristo; la mecha,
que es interior, es el alma; y la llama, que brilla en la parte superior, es la
divinidad.
Estos cirios
son llevados en procesión, una vez bendecidos, por los ministros celebrantes y
el clero; procesión que fue instituida por el Papa Sergio en el siglo VII. Esta
manifestación de fe es el símbolo de la Iglesia que avanza para ir en busca del
divino Manuel y recuerda la maravillosa escena verificada en el Templo de
Jerusalén.
Los cirios
bendecidos en La Candelaria, se deben guardar en las casas cristianas pues son
prenda de protección divina y un símbolo de luz espiritual en las almas, por la
gracias del Espíritu Santo.
Publicado en Cuenca, 2 de febrero de 2020 y actualizado el 2 de febrero de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor
e investigador histórico.
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