Pensemos que los trastornos del tiempo son de la edad moderna, de nuestra época, donde se desboca y lo mismo hace una temperatura gélida que te asas de calor al día siguiente. Lo que hoy traigo es un hecho que sucedió por los inicios del siglo XVII, del que estoy comenzando a buscar sucesos y hechos que acaecieron.
Cuentan las crónicas que habiéndose negado a llover en Cuenca, pues hacía cuatro meses que no caía ni una gota, los hortelanos y la gente del campo habían dejado de sembrar en todo el obispado. Ello podría repercutir en una hambruna en los meses de invierno próximos.
Se formó una comisión entre la gente del campo que decidieron ir a visitar al obispo D. Andrés Pacheco, que el 9 de diciembre de 1602 había tomado posesión de la Mitra de San Julián. Esta comisión iba encabezada por el cura párroco de Albalate de las Nogueras, D. Andrés.
El día 5 de febrero de 1605 los recibió el obispo D. Andrés Pacheco, hombre amante de la exactitud y de gran cordialidad y que dedicó sus rentas a socorrer a los pobres y necesitados de la diócesis. Recibiéndolos en audiencia los escucho amablemente:
Tomando la palabra el cura de Albalate le dijo: Excmo. Sr. nuestros campos se mueren de sed por falta de lluvia y no se pueden preparar las tierras para su cultivo y se prevé lo peor para pasar el próximo invierno, si no tenemos grano ni paja con la que satisfacer el hambre de nuestra gente y de los animales. Hemos pensado que tal vez pudiéramos sacar en procesión a nuestro santo Patrón para que remedie este mal.
D. Andrés Pacheco había oído hablar de la conquista de Cuenca por el rey Alfonso VIII y de la Virgen de las Batallas, sólo llevaba en su puesto casi tres años, y era normal que muchas de las cosas de esta población aún eran para él desconocidas. El mover la urna de San Julián suponía reunir al Cabildo, el poner de acuerdo a los poseedores de las tres llaves y eso suponía la demora de algunas semanas y el tiempo apremiaba, no podía demorarse más esa situación.
–Déjenme pensar y nos reunimos de nuevo dentro de algunas horas, les avisaré con el toque de campana del Giraldo, dijo el Obispo.
La gente salió algo deprimida y hablando entre ellos de la mala fortuna que se les venía encima si no se hacía algo. El pueblo creyente estaba con sus santos y con una alta fe en que sólo el Altísimo podría enderezar aquella situación. Los manantiales ya empezaban a escasear en agua, incluso algunos se habían secado.
Eran las doce de la mañana cuando el campanero comenzó a tocar a reunión, la comisión se apresuró a volver al Palacio Episcopal donde D. Andrés Pacheco les esperaba con una sonrisa de buen augurio.
Virgen del Sagrario. Catedral de Cuenca. |
-Queridos feligreses, me he puesto en oración delante del Sagrario, junto a la Virgen que Alfonso VIII nos donó y he obtenido respuesta. Si la Virgen ganó Cuenca para la cristiandad ¿Cómo nos va a dejar morir de hambre en el invierno por falta de cosecha? Esta tarde se montará en andas y comunicaremos a toda la ciudad y los pueblos cercanos, para que puedan asistir a la procesión general de rogativas de la Virgen, saldrá desde la Catedral hasta los campos de San Francisco y la Tórdiga si es necesario.
Todos salieron contentos y se corrió la voz por las aldeas cercanas y las catorce parroquias que constituían la ciudad de Cuenca.
A las cinco de la tarde del día 6 de febrero de 1605, la procesión salió de la Catedral con la comitiva de los representantes del pueblo y las autoridades civiles y eclesiásticas, con el Señor Pacheco presidiéndola. Se rezaba el santo rosario mientras se desfilaba por las estrechas calles, recorriendo las parroquias en descenso hacía los campos de San Francisco, al llegar a la altura de la parroquia de San Vicente el cielo comenzó a cubrirse de una densa nube negra que no sabían de donde había salido, pues al salir de la Catedral el cielo estaba despejado.
Las nubes dejaron caer su preciado líquido con benevolencia al principio, la procesión discurría hacia la puerta de Valencia y desplazándose con cierta premura lograron llegar al convento de los Franciscanos donde se refugiaron todos los participantes con la imagen de la Virgen entre sus muros, pues el agua que caída era muy abundante.
La gente comenzó a lanzar vivas: ¡Viva la Virgen del Sagrario! ¡Viva la Virgen del Sagrario! ¡Viva la Virgen del Sagrario! Así estuvo lloviendo tres días, los manantiales volvieron a dar sus aguas a las gentes de la ciudad y los campos pudieron ararse y sembrarse dando la mejor cosecha que hubo en varios años.
Publicado en Cuenca, 6 de febrero de 2021 y actualizado el 6 de febrero de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario