domingo, 11 de febrero de 2024

Santa Eulalia de Barcelona, virgen y mártir. Festividad del 12 de febrero.

   Por el año 289, nació en Barcelona la gloriosa virgen y mártir, Santa Eulalia. De sus padres sólo se sabe por la vida de la Santa que escribió Renallo, que eran cristianos, nobles y piadosos; lo cual insinúan también con bastante claridad las actas de los padres Bolandos. Su familia debió de vivir en alguna quinta de los alrededores de Barcelona, y al desatarse la persecución de Diocleciano y llegar a la ciudad su prefecto Daciano, se dijo a sí misma que la fe tenía que plantarle cara. No era ya una niña que no supiera lo que se hacía, tenía 25 años.
Santa Eulalia.

Al primer canto del gallo sale de su casa, que la tradición sitúa en el Desierto de Sarria o tal vez en lo que hoy es Santa Eulalia de Provençana, en cualquier caso muy lejos de las antiguas murallas, y recorre a pie este larguísimo trecho, entre campos, torrentes y casas de labor.

La andarina y madrugadora tiene prisa por proclamar ante el siniestro Daciano: “Soy Eulalia, sierva de Cristo, rey y señor de señores”. Como –ayer los mismo que en nuestros días-  no hay más rey y señor que el César ni más ley que la de la autoridad civil, la de los políticos, para hacerla apostatar se recurre a la persuasión, a las amenazas, a los zotes y al potro. Por fin, dentro de un tonel lleno de cuchillas rueda por una calle en pendiente, la bajada que hoy lleva su nombre.

Ya muerta, su cuerpo se expone en una cruz extramuros, y una nevada milagrosa viste su desnudez. Tres días estuvo su cuerpo en la cruz, sin que faltasen de allí los guardias; pero la piedad de los fieles fue más solícita para custodiar aquel tesoro, pues a la tercera noche pudieron bajar el cuerpo de Santa Eulalia de la cruz sin que los soldados sintiesen el robo.

Envolvieron su cuerpo en un blanco lienzo y le ungieron con olorosos aromas, y de este modo lo colocaron en un sepulcro. Su entierro fue honrado con un noble milagro. Se hallaba presente San Félix. Este Santo, como resentido de no haber todavía dado su sangre por Cristo, exclamó: “¡O Señora! Tú mereciste ser la primera que lograte en nuestra región la palma del martirio”. Al acabar de pronunciar estas palabras se sonrió la Santa; y los que estaban presentes comenzaron a cantar a Dios alabanzas diciendo: Clamaron los justos, y el Señor los oyó, y los libró de todas sus tribulaciones.

Publicado en Cuenca, 12 de febrero de 2020 y el 12 de febrero de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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