El Jueves Lardero en
Cuenca
Jovelardero o Jueves Lardero, ambas
denominaciones son válidas para designar el jueves anterior al miércoles de
ceniza, dando comienzo la cuaresma. En la sociedad conquense está muy
arraigado, el típico adagio: “En Jovelardero,
taja y huevo”. Es una jornada al aire libre, si el tiempo lo permite, este
año se celebrará el día 16 de febrero. Los jóvenes en grupos, copan las laderas
del río Júcar desde la mañana hasta la caída de la tarde, pasan la jornada jugando en compañía de
amigos, degustando todo tipo de productos derivados del cerdo, alimentos que
quedarán prohibidos a lo largo de la Cuaresma.
La palabra lardero procede del
adjetivo “lardo” que es como se llamaba al tocino gordo de cerdo. También se le
llamaba así al sebo o manteca del cerdo. Si profundizamos más en los orígenes
diré que procede del latín “Lardum o
Lardium”, palabra con la que los romanos denominaban al tocino y a la
manteca del cerdo.
En los tiempos de escasez las familias tiraban
de las partes menos valiosas del cerdo, comercialmente hablando, con las que
nuestras abuelas fueron capaces de hacer maravillas culinarias. Estos almuerzos
o meriendas, antes de la cuaresma han sido y es lo que caracteriza al peculiar
Jovelardero.
El carnaval, se convirtió en la
fiesta de despedida de la carne, es por ello que estos días, anteriores a la
Cuaresma, se procura degustar al máximo, para no echarla en falta en los
cuarenta días que impone la regla cuaresmal.
Uno de los carnavales más
antiguos en Castilla la Mancha es el de Tarazona de la Mancha. En el Archivo
Municipal se encontró un acta del año 1894 donde se menciona por primera vez el
carnaval en esta localidad, en la dicha acta se recoge el pago a la Banda Municipal de Música, contratada para animar el
carnaval de ese año.
En Cuenca se perdió la tradición,
recuperada hace unos años. Inició su andadura el barrio de la Fuente del Oro y
año tras año se ha ido recuperando esta fiesta. En 1900 nos cuentan las
crónicas sociales, que lo más importante y atractivo eran los bailes, ya que era
el lugar de reunión de los jóvenes de aquella época, convirtiéndose en centro
de reunión obligada en lugares como el Casino de Cuenca y la Constancia. Las
máscaras que portaban servían para perder la timidez y poder galantear con las
chicas y viceversa. A ellas se les presentaba la ocasión de poder hablar con el
joven que le gustaba, con cierta soltura sin miedo a ser reconocidas.
El carnaval, desde la
interculturalidad, es una fiesta divertida y de esparcimiento, ocasión social
para reafirmar la unidad grupal de participación por barrios, asociaciones y
pueblos; esperemos que se vaya asentando en nuestra ciudad y en la provincia,
sobre todo en aquellos pueblos donde se celebra, como: Las Pedroñeras,
Villanueva de la Jara, El Provencio, San Clemente, Tarancón y Las Mesas, entre otros
muchos pueblos conquenses. En estos lugares existe una enorme amplitud de
formas de vivir el Carnaval, resurgiendo con cierta fuerza esta entrañable
fiesta con referencias históricas y elementos religiosos, formando un conjunto
de bienes culturales dispersos territorialmente, así no existe un único
modelo de celebración, sino que es un fenómeno plural y diverso, representando
una vivencia común que le da unidad y representatividad de nuestras costumbres.
Publicado en Cuenca, 20 de febrero de 2017. Reeditado el 8 de febrero de 2024.
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico
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