martes, 2 de abril de 2024

Santa María Egipciaca, la penitente. Festividad del 3 de abril.


    Un tres de abril del año 421, imperando Teodosio el menor, sucedió la muerte de Santa María Egipciaca.
    Es impresionante leer la vida y conversión de esta mujer, entre los libros viejos he encontrado esta mañana la vida de esta santa. Hay un poema que cuenta su historia. María era bella y lasciva, que abandona su hogar para dedicarse a la prostitución en Alejandría. Después de muchos años marcha hacia Jerusalén, pero antes de llegar unos ángeles se la llevan. Arrepentida de su mala vida se retira al desierto para hacer vida eremita, donde contará su vida a un monje llamado Zósino que será el encargado de trasmitir su historia.
Santa María Egipciaca. Por José Ribera

Aquí os dejo la conversión de la santa:

    “Oyéndose Zósimo nombrar por su nombre, no dudó que aquella persona, a quien Dios se le había revelado, era un alma de gran santidad. Habiéndose cubierto la santa con su manto, salió del hoyo donde vivía y se fue hacia el santo viejo; éste se puso de rodillas, y le pidió su bendición; pero la Santa, postrándose a sus pies, le dijo: ¿Te has olvidado, Padre, de que eres sacerdote y de que a ti te toca darme tu bendición y rogar a Dios por la mayor y más miserable pecadora que ha habido en el mundo?

    Concluida esta pequeña contienda de humanidad, y levantándose los dos, rogó  Zósimo a la santa le dijese quien era y cuanto tiempo hacía que vivía en el desierto. Después de orar se sentaron y María le relató su vida: Yo soy una pobre mujer natural de Egipto, que habiendo dejado la casa de mis padre a los doce años por vivir a mi libertad, me fui a Alejandría, donde me entregué a todo género de disoluciones por espacio de diez y siete años. No pecaba por interés, pecaba únicamente por pecar; no pretendiendo más precio del pecado que el pecado mismo. Creeré que hasta ahora ninguna mujer ha perdido en el mundo a tantas almas, y que el infierno no ha suscitado en él cortesana más perniciosa que yo. Viendo un día que concurría hacia el mar una gran multitud de gentiles para embarcarse a Jerusalén a donde iban, a celebrar la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, me dio gana de seguir a la muchedumbre. Embarcándome y me estremezco de horror cuando me acuerdo de los abominables escándalos de que llené a todo el navío. Viví en Jerusalén como había vivido en Alejandría, con la misma disolución, con la misma desvergüenza.

    Llegado el día de la fiesta, concurrí con los demás a la puerta de la Iglesia para adorar la santa cruz; pero al querer entrar, me detuvo poderosamente una mano invisible. Quedé tan sorprendida, como sobresaltada; hice nuevos esfuerzos, pero todo fueron inútiles; cuanto más forcejeaba, con mayor fuerza era repelida. Abrí los ojos del alma y conocí que mis enormes culpas eran las que me hacían indigna de ver y de adorar el sagrado madero, en que Jesucristo obró nuestra redención. Llena de confusión, y deshaciéndome en lágrimas comencé a mirar con horror mis gravísimos pecados; a la confusión le siguió el dolor. En medio de esta desolación, levanté casualmente los ojos hacia arriba y vi en frente de mí a una imagen de la Santísima Virgen. Acordándome entonces de haber oído decir muchas veces que María era madre de Misericordia y refugio de pecadores, exclamé: Madre de misericordia, apiadaros de esta infeliz y miserable criatura; refugio sois de pecadores; pues siendo yo la mayor de todas cuantas ha habido, parece que tengo algún particular derecho a vuestra especial protección. No merezco, Señora que mi Dios derrame sobre mí aquella abundancia de gracia, hoy sobre tantas almas fieles como se aprovechan de la sangre de Jesucristo, pero a lo menos no me neguéis el consuelo de ver y adorar en este día el sacrosanto madero, en que mi dulce Redentor obró la salvación de mi alma. Yo os prometo, que después de este favor, que espero por vuestra clemencia, me iré prontamente a un desierto a llorar por todos los días de mi vida mis enormes culpas y a vivir tan retirada del mundo que pierda del todo hasta su infeliz memoria".
    Animada entonces de una extraordinaria confianza, me levanté  y partiendo presurosa para la puerta de la iglesia entró sin ninguna resistencia.

Una  aveziella tenié en mano

Assi canta ivierno como verano,

María la tenié a grant honor

Porque cada día canta d`amor.



Publicado en Cuenca, 3 de abril de 2019. Actualizado el 3 de abril de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico

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