lunes, 15 de abril de 2024

San Benito José Labre (1748-1783). Festividad del 16 de abril.

El mendigo del santoral. 

Otros son doctores, mártires, confesores, papas, fundadores, abades, él solo eso, mendigo, y así consta.
    Podríamos añadir y vagabundo. Ya que es un hecho comprobado que llevó una vida errante y miserable sencillamente porque no servía para nada más.
San Benito José Labre

Sin salud, sin instrucción, sin capacidad para ser religioso, le rechazan en todas partes, ninguna comunidad le acepta, y entonces se echa a los caminos pordioseando para peregrinar. Largas y penosas visitas andariegas a santuarios remotos de la Virgen –su cortesía a lo divino-, está incluso en Compostela y Montserrat, llega a Loreto para ver la casa de Nazaret, y por fin ancla en Roma.

Un mendigo más entre la turba innumerable de pobres reales o simulados, píos o granujas que llenan Roma. Pero no, él es el más desamparado y piojoso, persiguiendo de iglesia en iglesia el fulgor de la Eucaristía, rezando sin cesar, releyendo los pocos libros que llevaba en su hatillo: un evangelio, el Kempis.

Miserable que duerme en las escaleras y portales, que come desperdicios y que sonríe en sus éxtasis a la Gran Presencia que le dora el alma. Así se hizo santo este extrañísimo francés, coetáneo y paisano de Robespierre.

Al final del siglo de las luces parece que necesitaba un campeón de la fe que aplastase la hidra de la impiedad. Un Tomás para refutar errores, un Agustín para vencer con su pluma, un Ignacio para fundar una milicia espiritual o un Francisco, santos que fueran grandes ante el mundo. Pero como escarnio al sentido común la Providencia elige un desecho social, lo más humilde y sucio de la brillante Roma, para que aprendamos a no creer en lo que ven nuestros ojos.

Publicado en Cuenca, 16 de abril de 2020. Actualizado el 16 de abril de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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