domingo, 7 de enero de 2024

San Severiano. Festividad del día 8 de enero.

   El Martirologio de hoy menciona a dos Santos del mismo nombre. Uno es San Severiano, obispo de Nápoles y mártir. Pero este San Severiano, hermano gemelo de San Victorino, no fue obispo de Nápoles. Como observan los Bolandistas, fue primero monje y luego obispo de Septempeda, ciudad de Piceno, hoy San Severiano en la Marea de Ancona. Este Santo es del siglo VI.

El segundo San Severiano, cuya fiesta se celebra hoy, es llamado apóstol de Nórica (Austria), porque propagó en ella fervorosamente el Evangelio en el siglo V. Su cuerpo fue trasladado después a Lucullano, cerca de Nápoles, y de allí al monasterio de San Severiano.

Este Santo parece que procedía de Oriente y vino a predicar el Evangelio a los países Nórdicos del Imperio Romano. Nunca pudieron averiguar sus discípulos su origen y su lugar de nacimiento. Por toda respuesta decía a los curiosos de su vida que en su predicación evangélica no importaba nada su patria terrena. No tiene otra edad que la eternidad ni otro país que el cielo. Se expresaba en lengua latina, pero conocía todo el Oriente Medio, hablaba de Bizancio, de Antioquía, de Jerusalén; describía las costumbres y las regiones de Asia; contaba historias de los solitarios de Egipto, con la viveza y exactitud de quien hubiera vivido entre ellos. Todos admiraban las costumbres de aquel peregrino, que no era ni obispo ni sacerdote, pero que era un hombre de Dios. Caminaba sobre la nieve con los pies descalzos, pasaba semanas enteras sin comer, no probaba bocado alguno al día hasta que se había puesto el sol, dormía sobre la tierra, cubierto siempre de un áspero cilicio. Era un ardiente misionero que recorría el país predicando la penitencia como otro Bautista, avivando la llama de la fe en los cristianos tibios y mostrando sus resplandores y belleza a los bárbaros todavía gentiles.

San Severiano se impuso a los mismos salvajes. Venían a su pobre cabaña para saludarle y consultarle. Un día se presentó allí un joven fornido, vestido de piel de carnero, y tan alto que hubo de encorvarse en la celda del monje. San Severiano adivinó la futura grandeza de su huésped y con tono profético el dijo: “Ve a Italia; hoy te cubres con pobres pieles; bien pronto repartirás con largueza los despojos del mundo”. Este hombre era el célebre Odoacro, que poco después se adueño de Roma, mandó al destierro al emperador y se hizo señor de Italia sin permitir que se le diera el título de rey. En la alegría de su triunfo se acordó de San Severiano, le escribió una carta y le ofreció cuanto pidiese. El Santo se contentó con pedirle gracia para un desterrado.
San Severiano.

El rey de los Rugios lo estimaba sinceramente, pero la reina, arriana de corazón, le había declarado la guerra abierta. Un día le dijo:”Hombre de Dios, vete a rezar a tu celda y déjanos hacer lo que queremos con nuestros esclavos”. El Hombre de Dios se retiró triste, pero no vencido.

Sintiéndose morir, mandó  llamar a la reina y ésta vino con su esposo para despedirse del Santo. Severiano habló de la caridad, del perdón, de la dulzura y de la justicia. Luego, poniendo su mano sobre el corazón del rey, dijo mirando a la reina: “Gisa, ¿amas esta alma más que el oro y las piedras preciosas?” Gisa contestó que el rey, su señor, era para ella lo primero antes que todos los tesoros del mundo. “Pues bien, dijo el Santo, deja de oprimir a los justos para que su llanto no sea vuestra ruina. En esta hora en que vuelvo a mi Señor, os ruego que honréis vuestra vida practicando la justicia y el bien”.

San Severino había predicho a los discípulos el día de su muerte. Les dijo también que los habitantes de Nórica tendrían que refugiarse en Italia y les encargó que los siguiesen y trasladasen allá su cuerpo. Poco después murió entonando las palabras del salmista: ”Que todo espíritu alabe al Señor”. Era el año 482. Seis años más tarde se realizaron sus profecías. Los bárbarros invadieron la Nórica. Sus habitantes se refugiaron en Italia y los discípulos se llevaron su cuerpo. Más tarde, Baviera, Austria  y especialmente la ciudad de Viena lo tomaron  por celestial Patrono.

Publicado en Cuenca, 8 de enero de 2020 y 8 de enero de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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