sábado, 20 de enero de 2024

Santa Inés. Festividad del 21 de enero.

   El nombre de Inés es griego, Agnes, y significa lo mismo que pura. Lo llevaron también otras mujeres cristianas, como se puede ver en las inscripciones que se han encontrado en las Catacumbas de San Calixto y de la propia Santa Inés, en la Vía Nomentana. Inés es la doncella del cordero, Agnus, en latín, caracterizada por la pureza y la intrepidez, porque esta virgen es una de las mártires que tiene más veneración en Roma.

Como suele ocurrir en estos casos, no abundan las certezas sobre su vida. De ella sólo sabemos con seguridad que sufrió martirio a comienzos del siglo IV y que fue sepultada en el cementerio de la Vía Nomentana (tal vez donde estuvo la casa de campo de sus padres). Cincuenta años después de su muerte se erigió allí mismo una iglesia en su honor.

Era una niña, debía de tener unos doce años y pertenecía a una familia cristiana. Sin duda se consagró a Dios, es posible que rechazase ofertas de matrimonio, y en circunstancias un tanto oscuras murió degollada.

Su heroísmo impresionó mucho y de época muy antigua son numerosos testimonios de autores que empiezan a tejer una cándida leyenda con adornos no siempre creíbles.

San Ambrosio y san Dámaso hablan de su martirio: "Inés era una niña de doce o trece años cuando fue sentencia a muerte. Fue dada en matrimonio y no podía salir de su casa hasta el día de su boda, logro escaparse y en un arrebato de fervor y de fe, se presentó ante las autoridades paganas confesándose cristiana".

Por su hermosura fue condenada a un lupanar (burdel) público situado en los pórticos exteriores de los circos, estadios y teatros públicos de Roma. La tradición fija el sitio en Domiciono o circo Agonal, donde hoy se la levanta la iglesia de Santa Inés, en la plaza Novana.

Según Dámaso, en el lupanar fue expuesta al público, sus cabellos, extendidos a lo largo del cuerpo, cubrieron su desnudez como un manto providencial. Prudencio añade un episodio más. Dice que hubo un joven que se acercó a la Santa y la miró con ojos de lujuria e impuros. Bajó del cielo un pájaro de fuego que, cayendo sobre él como un relámpago lo cegó y derribó por tierra, de donde sus compañeros lo levantaron casi muerto. “Hay quien cuenta, sigue Prudencio, que Inés rogó a Cristo por el muchacho caído y le devolvió la vista y el sentido”.

El juez siguió terco en su demencia y acabó por dar órdenes para que fuese degollada. “Está de pie, dice San Ambrosio, firme y serena. Reza e inclina la cabeza, mientras tiembla el verdugo y su rostro palidece”. El hierro cae, y “un solo golpe basta  para tronchar la cabeza. La muerte llega antes que el dolor”.

Así murió esta virgen, de la cual consta ciertamente que vivió pura como un ángel y murió mártir, como un soldado.

Roma celebra con todo esplendor la fiesta de Santa Inés. El Cabildo de Letrán paga hoy al Papa, a título de censo, dos corderitos blancos, con cuya lana se teje el palio de los arzobispos. Antes de entregárselos, se presentan a Santa Inés en su altar; están allí durante la Misa y luego reciben una bendición espiritual. El Papa los confía después a las benedictinas del monasterio de Santa Cecilia in Trastevere.

Nuestro español Prudencio tiene un himno a Santa Inés, que no puedo omitir para terminar:

“Virgen afortunada, nueva gloria,

noble habitante del celeste alcázar,

dirige tu mirada a nuestro combate.

Tú, que ciñes doble corona.

A ti sol concedió el universal Creador

que hicieras casto el lupanar.

Yo seré pura si tú,

con los esplendores de tu verbo misericordioso

me llenas el corazón.

Por fuerza será limpio

aquel que tú, piadosa, te dignes visitar

atocar al menos con tu virginal planta”.



Publicado en Cuenca, 21 de enero de 2021 y el 21 de enero de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.




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