Hoy hace
doscientos cincuenta y siete años de un grave incendio que nos dejó sin uno de
los doce ángeles de tenía el triforio, situado en el lugar donde está,
actualmente, el órgano de la Epístola, sucedió un 18 de febrero de 1767.
Ardieron ocho sillas del coro y el órgano mayor, pagado a expensas del Obispo San
Martín, que construyó el afamado Domingo de Mendoza en 1629.
El incendio se
cree que se produjo después de los rezos de maitines, a media noche, debido a
alguna mecha mal apagada de las velas que pudo caer sobre las esteras del suelo
sin percatarse de ello.
Después de
mucho rebuscas en las hemerotecas, encontré hace unos años, la crónica del
incendio y dice así: ”Proporcionando daños
de consideración en nuestra Basílica, el 18 de febrero de 1767, redujo a
pavesas ocho sillas del coro y la capilla de San Antolín. Se inició en una
estera cuando al apagar las velas, concluidos los maitines celebrados a
medianoche, cayeron pabilo encendido en la estera pasando desapercibido”.
Fue reparado el daño ocasionado, por el
incendio, por el arquitecto D. Ventura Rodríguez, que para ello obtuvo un
permiso especial, firmado en El Pardo por Carlos III, el día 9 de marzo
siguiente, a solicitud del Cabildo, trazando un plan de reparación que lo llevó
a efecto el arquitecto titular de la Catedral, D. José Martín de Aldehuela,
ascendiendo su coste a la cantidad de 375.057 reales con 25 maravedís”.
Como resultado
del incendio, los maitines fueron trasladados al anochecer, hasta el año 1820 que
por mandato del Obispo Sr. Falcón se trasladaron nuevamente después de
completas.
Publicado en Cuenca, 18 de
febrero de 2020. Actualizado el 18 de febrero de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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