Era Simón de
sangre real, como sobrino de San José, legítimo descendiente de la casa de
David; pero su mayor y más ilustre distintivo fue haber sido discípulo de
Cristo, obispo santo y mártir glorioso.
Después del
martirio de Santiago el Menor, en el año 66, se decidió por unanimidad, en la
Iglesia de Jerusalén, que ocupase aquella silla Simeón, hijo de Cleofás. Eran unos
tiempos de revolución y guerra. Se acerca la destrucción de Jerusalén,
anunciada tan detalladamente por el Señor. El año 70 los ejércitos de Tito y
Vespasiano la iban a circundar; sus alrededores se iban a poblar de cruces,
hasta el punto de que faltarían árboles con que hacerlas; sus habitantes iban a
perecer por el hambre, la discordia civil, la espada y el fuego.
Los cristianos
guiados por San Simeón, se acordarían de la palabra de Jesús: “cuando se acerquen
los días de la ruina y desolación, huid fuera.”
Pudieron a
tiempo salir de la ciudad con su obispo, pasaron al otro lado del Jordán y se
establecieron en la ciudad de Pella, al sureste del lago de Galilea.
Terminada la
guerra, San Simeón volvió a cruzar el Jordán y vino a establecerse en las
ruinas de Jerusalén. No quedaban más que piedras negras y calcinadas, escombros
y miseria. Así había pagado el César, aclamado por rey y señor la mañana del
Viernes Santo, y así se había realizado el triste augurio de Jesús cuando,
sentado sobre la falda del Monte de los Olivos, anunció a Jerusalén su ruina y
lloró enternecido por ella.
En medio de
aquellas ruinas se alzó una cristiandad floreciente, que dirigió por muchos
años San Simeón.
Aunque pudo
escapar a las pesquisas que hicieron contra los descendientes de David los
emperadores Vespasiano y Domiciano, al fin sucumbió en tiempos de Trajano,
entre los años 107 y 109, a los cientos veinte años de edad. Era el último
vástago de David y pariente de nuestro Divino Redentor.
Nicéfano
Calixto, historiador concienzudo, nos dice que fue martirizado por ser
cristiano y descendiente de la familia real de David. Los romanos estaban
decididos a acabar con todas las esperanzas de restauración judía.
San Simeón fue
detenido por Atico, lugarteniente del emperador en Judea, quien lo hizo azotar
primero y luego lo mandó crucificar.
Martirio de San Simeón. Grabado de 1851 |
Unido a Jesús
por los lazos de la sangre, de la amistad y del amor, terminaba también su
carrera en el mundo con el mismo género de martirio. Fue su martirio en el año
107, después de haber gobernado la Iglesia de Jerusalén por espacio de cuarenta
años. Algunas iglesias de Occidente, como las de Brindis y Bolonia en Italia,
la de Bruselas en los Países Bajos, y la de Torrelaguna en España, se tienen
por felices en poseer reliquias de este gran Santo.
Publicado en Cuenca, 18 de febrero
de 2021 y el 18 de febrero de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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