Un diecisiete
de diciembre de 1538, el Concejo de Cuenca concedía 700 pinos para las obras
del Puente de San Pablo. ¿Quiénes fueron los que sufragaron la construcción del
Puente de San Pablo?, ¿Puente o viaducto? y ¿Cuál es la verdadera historia del
viaducto?
Por lo que
respecta al Puente San Pablo, dice el Sr. Muñoz y Soliva, en el tomo segundo de
su “Historia de Cuenca”, al hablar de los tiempos del Emperador Carlos I, cita que
entonces fue construido el célebre Puente de San Pablo, sobre el río Huécar, a
expensas don Juan del Pozo. Pero existen documentos que demuestran que no fue
sólo a expensas del Canónigo su construcción, pues hoy hace 481 años que concedía el Ayuntamiento 700 pinos para
sus obras y dos años después tenía nuevas peticiones sobre el particular, cuya
solicitud se repetía en 1560; es decir que don Juan del Pozo haría el Puente en
su mayor parte, pero el Concejo le ayudó no poco, que a más de las anteriores
partidas de madera aún acordaban en enero de 1570 el gastó de 503.000
maravedíes en el adobo del mismo.
No quiero con
esto quitar gloria alguna al creador del Puente, antes al contrario, considero
digna y loable su acción por la generosidad que encierra y que no llegó a ver
recompensada con la contemplación de una obra que llegó a costar 63.000
ducados, (aunque otros afirman que fueron 66.000 ducados) ya que empezada en 1534, no se terminó hasta 1589, según el autor
antes citado, cuando ya había fallecido Don Juan del Pozo.
El objeto de
esta obra fue facilitar el paso desde la ciudad al convento de los Dominicos,
que también fundó. El viaducto se componía de cinco arcos, cuyos pilares, y
principalmente el que sube desde el margen del río, parecían elevadísimas
torres, pues la elevación era de ciento cuarenta y cuatro pies castellanos y su
longitud de más de trescientos. Estriba un lado en el cerro cuya cumbre ocupa
el palacio Episcopal y la Catedral, y el otro en el collado del ante-atrio del
convento. Se construyó en piedra labrada toscamente y su robustez menos de la
que necesitaba, y por este motivo y falta de solidez, en la noche del 7 de mayo
de 1786, se agrietó parte del primer machón y del segundo arco del lado de la
ciudad. El viaducto fue realizado por Juan Gutiérrez de la Oceja, vecino de
Solórzano, de la merindad de Trasmiera de Cantabria, y por Juan Palacios,
montañés.
A los dos
siglos de terminado el Puente, se manifestaron los primeros síntomas de su
vejez, pues en el archivo municipal constan acuerdos sobre su ruina y reparación
en los años 1786, 1796, 1800, 1803 y 1817; en el primero se derribó parte hasta
el primer pilar y del segundo arco y en 1800 se acordó cerrarlo al tránsito,
pues según el informe del arquitecto, Don Mateo López, se hallaba el puente
todo quebrantado y expuesto a una total ruina, aunque todavía aguantó, en 1888, el golpe de unas piedras desprendidas del rosco que se asienta la
Catedral y que originaron destrozos en el primer arco.
Cimbradas y
atirantadas sus brechas, se conservó así hasta que, hacia 1895, cansado ya, sin
duda, de que no se procediera a un arreglo definitivo, cosa probablemente no
muy difícil, se hundió uno de los arcos quebrantados, y tras el informe de la
obra dado por los arquitectos, se voló el resto con dinamita, desapareciendo
así el viaducto, que no puente, ejecutado por Juan Gutiérrez de la Oceja y Juan
Palacios.
Su pérdida fue muy lamentable, después de tres siglos, su estructura y la sillería devastada de su fábrica, con sus cinco arcos de medio punto sobre elevadísimos pilares, casaba formidablemente con el medio ambiente del paisaje, y desde luego mucho más que la actual pasarela metálica que desentona del lugar. La visión del nuevo, de estructura metálica, nos hemos habituado a verlo y lo encajamos en el paisaje aunque no sea de visión agradable, pero hace su función para el que fue construido.
Su pérdida fue muy lamentable, después de tres siglos, su estructura y la sillería devastada de su fábrica, con sus cinco arcos de medio punto sobre elevadísimos pilares, casaba formidablemente con el medio ambiente del paisaje, y desde luego mucho más que la actual pasarela metálica que desentona del lugar. La visión del nuevo, de estructura metálica, nos hemos habituado a verlo y lo encajamos en el paisaje aunque no sea de visión agradable, pero hace su función para el que fue construido.
Publicado en Cuenca, 17 de
diciembre de 2019 y el 17 de diciembre de 2023.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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