jueves, 7 de diciembre de 2023

La inmaculada Concepción. El dogma en la tradición. Festividad del 8 de diciembre.

    Ya en la primera generación cristiana de Presbíteros de Acaya, existía viva esta creencia de la Inmaculada Concepción de María, pues leemos en el Martirologio de San Andrés estas palabras: “La tierra inmaculada de la que nació el redentor, como fue formada Adán de una tierra no manchada por ninguna maldición ni culpa”. También Dionisio de Alejandría nos habla del “Tabernáculo de Dios, siempre protegido por El mismo”. Textual es esta expresión de Orígenes hablando de María: “La mujer ni seducida por la persuasión de la serpiente no contaminada por su venenoso hálito”; y el mayor filósofo del Cristianismo, San Agustín, se expresa de este modo al hablar de la Virgen María: “Acerca de la cual no quiero admitir absolutamente cuestión alguna cuando se trata de pecados, por la honra del señor”.
Inmaculada de San Felipe Neri

    El primer ilustre y fervoroso defensor de la Purísima que hallamos en nuestro suelo es el gran humanista Raimundo Lulio, que desde 1286 la defendió públicamente en la Sorbona de París, verbalmente y por escrito. Al terminar su obra teológica: “Libros de los principios de Teología”, añade: “Terminados están las reglas de los principios de la Teología bajo el patrocinio de la Bienaventurada Virgen María CONCEBIDA SIN MANCHA”.

    Al principio del siglo XVII era tal la presión que ejercían en los monarcas las gentes de las regiones españolas que Felipe III envió a la Santa Sede una comisión para que resolviera ya definitivamente y de un modo favorable a Nuestra Señora, el anhelado misterio, con el fin, según decía el rey, de terminar con la enorme oposición que se venía haciendo en Sevilla y en otros puntos de la Península a la devoción del pueblo español. Iba al frente de la citada comisión el Padre General de los Franciscanos.

     Felipe IV, hijo y sucesor al trono de Felipe III, obtuvo de Gregorio XV, el 4 de junio de 1622, el decreto declaratorio del misterio, no del dogma; y Carlos III, de S.S. Clemente XIII, que la festividad de la Purísima fuese fiesta patronal en las Españas.


    Un último esfuerzo hizo nuestra nación en 1659, enviando a Roma al Ilmo. Sr. Obispo de Plasencia, D. Luis Crespi de Borja, en representación del Rey y al P. Jerónimo Salcedo, portadores de cartas de todos los Prelados y Cabildos de España. Por fin al cabo de dos años de incesante súplica se publicó la Bula: Solicitúdo ómnium ecclesiárum, fechada a 8 de diciembre de 1661. No se conoce ninguna otra tan satisfactoria con respecto a la Concepción Inmaculada de María, hasta el llamado “Papa de la Inmaculada”, Pío IX que el 8 de diciembre de 1854, promulgó un documento llamado “Ineffabilis Deus” en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante.

Publicado en Cuenca, 8 de diciembre de 2020 y el 8 de diciembre de 2023.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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