Nació
Francisco en su castillo, un Martes Santo, concretamente el 7 de abril de 1506. Su
infancia y primera juventud transcurrió entre los duros azares de la guerra,
que le enseñaron nobleza y valentía, y que con sus tristes consecuencias de
lágrimas y pobreza endurecieron su cuerpo y le acostumbraron a las privaciones
de la vida. No le sonreía la carrera de las armas después de los duros reveses
sufridos por su padre y por sus hermanos. Prefirió la carrera de las letras y
en busca de la gloria se trasladó a París a finales del verano de 1525. Allí lo
esperaba Dios.
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San Francisco Javier
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En París
coincidió con el experto soldado Ignacio de Loyola que también había ido por
estudios, supo ganarse el corazón del joven navarro y echar en él la gota
divina del desengaño sobre todos los ideales mundanos.
El varano de
1533 era un humilde discípulo de Ignacio, poco después hacía los Ejercicios
Espirituales, y ante la figura amable de Cristo Rey quedaba para siempre
definida la orientación de su vida. El 15 de agosto de 1534 pronunciaba sus
primeros votos y se enrolaba en las banderas del ejército misionero que había
de capitanear.
A Ignacio le
costó su conquista más que ninguna otra cosa, pero una vez vencida y atraído al
embrión de lo que iba a ser la Compañía, sus entusiasmos incluso van por
delante de la prudencia del fundador, y ya en Roma se desconsuela pensando que
no se le ha elegido para la misión de Asia que pedía el rey de Portugal.
Aunque a
última hora, por la enfermedad de un compañero, será Francisco quien vaya a
Goa, evangelice con su divina impaciencia la India, recorra las islas de las
especias, entre en el Japón y bautice a miles de nuevos cristianos, casi en
soledad, como un apóstol sin freno, en los pocos años que le quedan hasta que
muere, consumido de ansias y de fiebre, a las puertas de China.
Patrón y
modelo de misioneros, este hombre que nació encastillado es un viajero para
quien el mundo es demasiado pequeño y el tiempo demasiado corto, su vida no
será nunca la defensa, sino la conquista para el imperio de Dios, y así gana
territorios inmensos y lejanos, inimaginables, ensanchando la Iglesia hasta que
el cansancio la mata en pena aventura de predicar a Cristo.
En Cantón, abandonado
de todos, en una pobre choza de la isla desierta, muere consumido por la
fiebre, con los ojos fijos en la mies y el nombre de Jesús en los labios. Era
la madrugada del sábado 3 de diciembre del año1552.
El apostolado
de San Francisco Javier no se explica por sus cualidades puramente humanas. Hay
que remontarse a las alturas de la gracia, que se da sin límites al que se le
entrega dócilmente. Los milagros eran cosa ordinaria en él. Se mencionan hasta
cincuenta y seis muertos resucitados, veinte de los cuales se refirieron en
público ante la gente asistente
delante del papa Gregorio XV.
Publicado en Cuenca, 3 de
diciembre de 2020 y el 3 de diciembre de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J.
Madrid. 1961.