martes, 30 de enero de 2024

San Juan Bosco (1815-1888). Festividad del 31 de enero.

   Cerrando el mes de enero nos encontramos con un cura piamontés, de mediados del siglo XIX, que se desesperaba al ver los barrios pobres de Turín convertidos en enjambres de muchachos sin hogar que habían acudido  a la ciudad huyendo de las miserias campesinas, y que en su ignorancia y en medio de los peores ambientes eran verdaderos paganos empujados al vicio y a la delincuencia.

A remediar este mal dedicó toda su vida Juan Bosco, enseñando a los que no sabían nada de fe y el medio honrado de ganarse el sustento, siempre con la norma de no castigar nunca a nadie, de atraer a todos con la bondad y la simpatía. Para eso fundó una congregación de sacerdotes, los “Salesianos”, nombre de es un homenaje a San Francisco de Sales por quien sentía una gran admiración. Para la juventud femenina, fundó la congregación de las Hermanas de María Auxiliadora.

Daba alojamiento, enseñaba oficios en sus talleres, corregía a los desviados; posteriormente se multiplicaron las escuelas, hubo hospitales y hasta misiones, y la obra de Don Bosco se extendió por el mundo entero al impulso de una fe en la Providencia que no tenía límites y que le permitió superar la política anticlerical de las autoridades, la escasez de medios económicos y la incomprensión de muchos eclesiásticos.

Nació en Becchi, cerca de Turín, el 15 de agosto de 1815. Quedó sin padre a los dos años y su madre tuvo que hacer prodigios de valor y de trabajo para sacarlo adelante a sus dos hijos y un hijastro. Por todo ello San Juan Bosco conoció la dureza de los trabajos campesinos, estudiando de noche, luego fue mozo de café, sastre, zapatero, carpintero, herrero y los domingos se hacía acróbata e ilusionista para atraer a los niños y poderles hablar de Dios.

Por todo ello este Santo esperanzado, alegre y trabajador, es además de patrón de las escuelas de artes y oficios, es también patrón del ilusionismo y del cine.

En el año 1874 aprobó el papa Pío IX la Regla de Don Bosco y desde entonces su Congragación de Padres y Hermanos Salesianos siguió en constante aumento. A morir el fundador, el 31 de de enero de 1888, había doscientos cincuenta casas de religiosos, que cuidaban de ciento treinta mil niños. De ellos habían salido seis mil sacerdotes y muchos militares, letrados y maestros. Se había realizado el sueño de los nueve años en el que un grupo de niños que se divertían jugando y blasfemando eran convertidos en hombre de provecho social por la caridad y la dulzura.

Publicado en Cuenca, 31 de enero de 2020 y el 31 de enero de 2023.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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