martes, 26 de diciembre de 2023

San Juan, Apóstol (Siglo I). Festividad del 27 de diciembre.

     Hoy, acabando el mes y el año, el santoral nos trae la figura de San Juan Apóstol.

Juan,  era hijo del Zebedeo y de Salomé, había nacido en Galilea, probablemente en Betsaida, aldea pequeña de pescadores, y era, como su padre y su hermano mayor, pescadores de oficio.

San Juan. Cuenca

Un hombre educado en la práctica fiel de la religión de Israel. Como buen Israelita sube al Templo por la fiesta de la Pascua, en Pentecostés y, por octubre. En una de estas subidas a Judea tiene noticias de la predicación del Bautista, y se hace discípulo suyo; le arrebata aquella energía de palabra y de obra de Juan el Bautista, tan parecido al viejo Elías, que él conocía por la lectura de las Escrituras.

Un día, cuando él podría tener unos veinte años, tiene la suerte de que pase junto a su lado Jesús. No lo conoce todavía, pero su maestro, el Bautista, se lo señala con el dedo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. Juan entiende  la señal de su maestro y, como águila hecha para las alturas, da su primer vuelo hacía la cabaña donde mora el Profeta de Nazaret. Lo que oyó y vio en aquella noche, él sólo lo sabe. A nosotros no nos dijo más que había encontrado al Mesías.

Juan, uno de los doce elegidos. Este Apóstol estuvo en dos momentos de la vida de Jesús importantísimos y que dará testimonio de ello. En la Transfiguración y en la noche de Getsemaní, al lado de Jesús; en el resplandor de la gloria y en las tinieblas de la agonía del huerto de los olivos.

Hay más momentos en los que es objeto de una predilección única: es él a quien, desde la cruz, Jesús confía a la Virgen María, personificando en Juan a toda la humanidad, y el discípulo recostado sobre el pecho del Hombre Dios en la última cena. Es “aquél a quien amaba Jesús”.

El domingo de Resurrección, apenas oye de María Magdalena que no está el cuerpo del Maestro en el sepulcro, se lanza a la carrera con todos los ímpetus de su juventud y llega antes que Pedro. No entra en el sepulcro hasta que llega Pedro; le deja a él, como mayor de edad y jerarquía, examinar primero. Luego entra él, contempla hasta el último detalle y cree en las palabras del Maestro. Ha resucitado verdaderamente.

Una mañana de los 40 días que Jesús resucitado pasa en la tierra, Juan está en el lago de Galilea con Pedro y otros discípulos. Una figura extraña a aquellas horas tempranas de la mañana los interpela desde la orilla: “Muchachos, echad la red a la derecha”, después de toda la noche faenando sin coger ni un pez, obedecen y cogen una gran pesca.

A Juan le falta tiempo para decirle a sus hermanos: Dominus est, “es el Señor”. A su palabra Simón Pedro, se lanza al agua en busca de Jesús.

La subida de Jesús a los cielos estrecha más la amistad entre Juan y Pedro. Juntos suben al templo, juntos confiesan el nombre de Jesús y ambos son encerrados en la cárcel; juntos van a Samaria para imponer las manos a los cristianos, y juntos sostienen la Iglesia de Jerusalén como las primeras columnas. Luego se separan. Pedro se va a Roma y Juan, muerta María en Jerusalén, se marcha al Asia Menor.  Sobrevive a todos los Apóstoles y a finales del siglo I es saludado por todas las Iglesias como “El Presbítero”. Este título se reserva a los Apóstoles, y Juan es el único superviviente.

La mayor parte de su apostolado la ejerció en Asía, Hizo una corta escapada a Roma para dar testimonio de la fe con el martirio, sumergido en una caldera de aceite hirviendo. Salió sano y joven y fue desterrado a la isla de Patmos en tiempos  de Domiciano. Allí escribió su primera obra, El Apocalipsis, y vuelto a Éfeso, bajo el reinado de Nerva, le pidieron los cristianos que escribiera sus memorias sobre Jesús, y de su corazón brotó el Evangelio, “La Flor de las Escrituras”, el cuarto Evangelio. Murió siendo emperador Trajano, en una ancianidad muy gloriosa.

Iconográficamente se le representa con un águila porque es el evangelista más espiritual y elevado. Su Evangelio es el texto de un testigo presencial de la vida de Jesús, que estuvo originalmente escrito en hebreo o arameo, pero del que sólo se conserva la traducción griega, con un estilo sencillo en la forma pero de alto carácter simbólico en el fondo.

El culto a San Juan arrancó en Éfeso, sobre su tumba. Su muerte es en sí misma un tema milagroso. Se difundió la idea de que Juan no Iba a morir y que sería trasladado en cuerpo y alma a los cielos, como la Virgen. Juan se acostaría en una tumba que había mandado cavar y desde allí sería trasladado al  cielo por los ángeles. Otra de las versiones que existen sobre su muerte  es que descendió sobre él una luz vivísima y fue cubierto por una lluvia de fina arena. Desde Éfeso su culto se trasladó a Roma, y de ahí se difundió por toda la cristiandad. Lo cierto es que se desconoce dónde descansan sus restos y es el único apóstol del que no se conservan sus restos. ¿Será verdad que fue ascendido al cielo en cuerpo y alma?

Publicado en Cuenca, 27 de diciembre de 2020 y 27 de diciembre de 2023.

      Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

_____________

FUENTES CONSULTADAS:

-Año Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.

-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario