Según una vieja tradición romana,
que se remonta por lo menos al siglo XI, un caballero cristiano, llamado Juan, en
tiempo del Papa Liberio (352-366), vivía en Roma en unión pacífica con su
mujer, de noble alcurnia, entregado a las obras de celo y caridad. Poseían una
gran fortuna y no sabían que destino darle, porque el Señor les había privado
de hijos.
Virgen de las Nieves. Catedral de Cuenca. |
Los dos tuvieron una inspirada
idea. Declarar heredera universal de cuanto poseían a la Santísima Virgen, y así
se lo prometieron. Pero no sabían cuál sería la obra más grata a los ojos de la
celestial Señora.
La noche del 5 de agosto del año
352 un sueño vino a sacarles de dudas. Vieron que la Virgen les hablaba y les
decía que le erigiesen una iglesia en la ciudad de Roma, allí donde a la mañana
siguiente viesen la tierra cubierta de blanca y purísima nieve.
Al día siguiente apareció
efectivamente una parte de la explanada del monte Esquilino cubierta de nieve.
El Papa Liberio había tenido también la misma comunicación divina. No cabía,
duda de la voluntad de la Virgen. La revelación simultanea al patricio Juan, a
su mujer y al Pontífice, y el milagro de la nieve en una noche de agosto
romano, eran prueba concluyente.
Este fue el origen de la gran
basílica romana, que hoy conocemos con el nombre de Santa María la Mayor, y de
la fiesta que hoy celebramos, Nuestra Señora de las Nieves.
La basílica se llamó en un
principio de Liberio o Liberiana, porque se empezó bajo este Papa. Luego
recibió el nombre de Santa María ad
Praesepe o del Pesebre, cuando se trasportó allí la parte lígnea del
pesebre en que fue reclinado el Señor y que hoy se conserva en el oratorio
bajo la capilla Sixtina o del Sacramento.
El año 435 el Papa Sixto III
amplió la basílica y la decoró con magnificencia regia, por lo que empezó a
llamarse basílica de Sexto. El nombre que a prevalecido sobre los demás es el
actual de Santa María la Mayor. Así es la diferencia de las otras iglesias,
casi innumerables, que hay en Roma, en honra de la Virgen María. La primera y principal
es ésta del monte Esquilino.
Frente por frente de la capilla
Sixtina o del Sacramento esta la Paulina, en cuyo altar central está una de las
imágenes más antiguas y devotas de la Santísima Virgen llamada de San Lucas y
que es probablemente obra del siglo IX. En épocas de hambre y peste ha sido
sacada muchas veces en procesión. El pueblo romano y el mundo entero le
profesan una devoción singular, correspondiendo a ella la celestial Señora con
gracia y beneficios extraordinarios.
La crítica moderna no encuentra
suficientes pruebas a favor del milagro de la nieve, que la tradición pone en
el origen de esta gran basílica romana, sólo comparable con las otras tres
mayores de San Pedro, San Pablo y San Juan de Letrán. Sea lo que fuere de la
verdad del hecho, nada tan simbólico de la pureza y celestial grandeza de la
Virgen como la nieve pura, blanca y compacta en medio de los calores abrasantes
de agosto. Lo que es la nieve en el verano, eso es la Virgen en la tierra. Un
prodigio de la mano omnipotente del Creador y un consuelo y refrigerio para los
desterrados hijos de Eva.
Publicado en Cuenca, 5 de agosto de 2019 y 5 de agosto de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador
histórico.
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