Poco antes de nacer santa Clara, rezaba su madre para alcanzar un feliz alumbramiento, oyó una voz que le decía: “Mujer, no temas, porque parirás una luz cuyos rayos iluminará la tierra”.
A los condes de Sasso Rosso les sobraba buenos partidos para su hija Clara, pero la joven no quería contraer matrimonio: quería seguir las huellas de aquel extraño loco espiritual que había escandalizado a todo Asís, Francisco, el hijo del pañero Bernadote. Clara, unos doce años menor que él, fue a verle en secreto para pedir su ayuda, y una noche de primavera, junto con su prima Pacífica, se presentó en la Porciúncula, donde Francisco le cortó solemnemente los cabellos antes de que la acogieran las benedictinas de Bastia.
Santa Clara |
Luego se les
unió la hermana de Clara, Inés, y eran ya dieciséis hermanas las que se instalaron
en San Damiano, en el mismo Asís, con la regla muy parecida a la de los frailes
que Francisco escribió para ellas. La orden segunda se aprobó en el año 1215,
Clara recibió el título de abadesa de San Damiano, y las “señoras pobres”, como
se las llamaba empezaron a extenderse por toda Europa.
“Señoras pobres” porque las clarisas insistían de un modo particular en la santa pobreza, queriendo ser como mendigas para vivir sólo de limosna, y aun de limosnas de poca consideración, rechazando los panes enteros y son aceptar más que mendrugos. Cuando el Papa quiso suavizar esas normas, Clara defendió apasionadamente su pobreza como otras hubieran luchado por conservar el mayor de los bienes.
Murió el padre Francisco que al ver la veneración que sentía Clara por él a veces se distanciaba de las hermanas porque decía que no quería ser estorbo entre ellas y Dios, y la santa rigió su comunidad durante cuarenta años con un espíritu de humildad, de fervor y de servicio que admira a sus biógrafos. A su muerte la asistieron León, Ángel y Junípero, tres de los más auténticos franciscanos, y Giotto la pintaron como una delicada hermosura sobre natural vista en sueños.
Publicado en Cuenca, 12 de agosto de 2020.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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FUENTES
CONSULTADAS:
-Año
Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La
casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.
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