La Iglesia honra en Santa Mónica
a las madres cristianas debido a la eminente santidad de su hijo, pecador y
converso, que en el gran libro de las Confesiones
hace una emocionada descripción de Mónica. San Agustín no hubiera sido lo que
fue sin esta mujer que “tenía un corazón
excepcionalmente bueno”.
Santa Mónica |
Mónica nació en Tagaste, hoy
Argelia, de padres cristianos y casó con un pagano llamado Patricio que la hizo
sufrir mucho con sus infidelidades y su brutalidad, pero con humor (que también
puede ser una virtud) y paciencia conquistó “el respetuoso afecto y la
admiración de su marido”, quien se hizo bautizar antes de morir. No menos
difícil debió de ser amansar a su suegra, quien quedó desarmada por “su
perseverante dulzura”.
El mayor de sus tres hijos,
Agustín, era un joven brillante y poseía una inteligencia privilegiada, cuya
carrera de éxitos quizás impulsaron las naturales ambiciones de su madre, que
sin embargo se desesperó al verle perderse en la herejía maniquea y tomar una concubina.
“No es posible que se pierda un hijo de tantas lágrimas”, le dijo un piadoso
obispo quizá fuera San Ambrosio.
Mónica y San Agustín del pintor Ary Scheffer. |
Vemos la escena en el
conocidísimo cromo, tan acaramelado, de un pintor romántico francés, Ary
Scheffer, pero las palabras de San Agustín al recordar aquel diálogo de alta
espiritualidad sabiendo que su madre está al borde de la muerte, infunden una
melancólica belleza al amaneramiento del artista y la noche de Ostia se hace luz
interior irresistible antes de la separación.
Cuenca, 27 de agosto de 2019 y 27 de agosto de 2023.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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