Hasta el siglo XVI la ciudad de
Cuenca se abastecía de sus fuentes naturales y de los aljibes practicados en la
misma roca donde se almacenaba el agua de lluvia y sólo en las casas pudientes
disponían de ellos. También es verdad que Cuenca era una ciudad privilegiada al
discurrir por sus valles los ríos Júcar y Huécar, sus aguas eran saludables
hasta que algún aguacero las hacían insalubres.
En más de una ocasión se había
pensado el traer a la ciudad el agua del nacimiento del manantial de la Cueva
del Fraile. La primera vez fue por el año 1531 pero tuvo que pasar dos años más
para hacerlo realidad. Dos años se tardó en hacer realizar el delicado canal,
en algunos tramos hubo de horadar la misma roca. Este se hizo siendo Corregidor
de la ciudad Don Pedro Ordoñez de Villaquirán y el maestro fontanero fue Juan Velez.
Los beneficios que aportaron a la
ciudad fueron numerosos al disponer de agua, instalándose una fuente en la
parte alta y otra en la puerta de la parroquia del Salvador. La obra resultó
incompleta al estar el canal al descubierto y la salud de los habitantes de la
ciudad comenzó a resentirse, ello hizo que sus gentes volvieran a utilizar sus
fuentes habituales como la de la Cueva de
la Zarza, la de la Higuera y Mirabueno, la de Don Fernandico, la de Doña
Sancha y Perenal en la hoz del
Huécar; la del Rey y de Martín Alhaja, la del Abanico y la del Cañón, en la Hoz del río Júcar. Esto pasó por que el canal
habilitado era una simple acequia, en él caían ramas y hojas en su trayecto de
unos tres cuarto de legua, y la descomposición vegetal hacía insalubre el agua.
Fueron los médicos de la ciudad: Don Joaquín Gassó y Don Vicente Muñoz, los que
detectaron el problema de los frecuentes dolores de estómago y diarreas que
muchos de sus pacientes tenían, encontrando su causa en las aguas que llegaban
a la Cueva del Fraile.
En 1834 se quiso reparar el
problema poniendo un filtro, pero esto no bastó ya que por mucho cuidado que se
ponía en retirar los sedimentos que arrastraban los aluviones al acueducto, nunca
se evitó la descomposición de lo que caía al canal desde su nacimiento hasta la
población. Ello llevo a la necesidad de cubrir todo el canal para liberar a la población
de estas molestas enfermedades ocasionadas por el deterioro de las aguas
encauzadas, al taparse llego la tranquilidad y el disfrute de sus aguas en la
población de Cuenca.
En el siglo XVIII se embelleció
la ciudad con fuentes públicas, como la de la
Trinidad, era la más bonita y espaciosa que la que hubo en el rincón de los
toldillos. También era de gran belleza la que hubo en la Plaza Mayor que era
más trabajada que la del andén de la Catedral. La del Escardillo hasta 1840 en que fue sustituido por el lavabo de los
frailes carmelitas y posteriormente emplazados el jardinillo donde se encuentra
actualmente. La de la plazuela del Salvador que estuvo allí hasta 1831, fue
cambiada al frente de la parroquia con un gran pilón eneágono que obstruía el
paso, y la de Carretería, cerca y al frente de la Glorita de San Agustín;
ofreciendo Valentín Martínez Raga dos mil reales porque se la quitaran de la inmediación
de su casa, con esta cantidad se trasladó junto a la Casa Grande. La del
cuartel de Milicias que se quitó en el año de 1861. La del Príncipe Alfonso, que tenía dos caños de agua del conducto general
con cañería de plomo y por último la de la Cárcel, con hornacina, arco y pilón.
Estas fueron algunas de las
fuentes más nombradas en este período de tiempo que sirvieron para calmar la
sed y embellecer sus calles de esta ciudad de Cuenca.
Cuenca, 21 de febrero de 2019 y el 21 de febrero de 2024.
José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
Magnífica información, Chema
ResponderEliminarMuchas gracias, es además un asunto que me interesa mucho
ResponderEliminarMuchísimas gracias, es además, un asunto que me interesa mucho.
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