San Gabino
originario de Dalmacia, pariente del emperador Diocleciano, hermano del Papa
San Cayo, y padre de Santa Susana, aquella que fue inmortal honor de las
Vírgenes romanas, pues prefirió la dicha de ser esposa de Jesucristo a la
gloria de ser emperatriz de todo el mundo, derramando su sangre y dando su vida
por la fe. No se sabe con qué ocasión vinieron a vivir a Roma San Gabino y San
Cayo. Puede ser que la fortuna de Diocleciano, que había ascendido por todos
los grados de la milicia hasta el supremo empleo del ejército, tragase a su
parentela a la capital del universo en aquel momento.
Era San Gabino
casado; no tuvo más que una hija llamada Susana, a cuya crianza se aplicó con
el más vigilante desvelo. Después de morir su mujer se dedico plenamente a
estudiar la ciencia de la religión. Quiso ser admitido en el clero; elevado a
la dignidad del sacerdocio; tras su ordenación pasaba las noches enteras en las
lóbregas concavidades de las rocas para celebrar el sacrificio de la Misa, y
para alimentar con el divino Pan a los que estaban en vísperas de ser
sacrificados.
Su hija fue
arrestada y torturada. Apenas triunfó Susana de los tormentos y coronada su
virginidad con el generoso sacrificio de su vida, fue arrestado su padre, San
Gabino y encerrado en un calabozo que fue para él lugar apacible de delicias. Con
el encierro quisieron doblegarlo para que renunciara de su fe, por el tedio,
por las incomodidades de la prisión, o dejándole morir en ella de hambre y de
miseria, le hicieron padecer cuantos tormentos puede inventar la más cruel
barbarie del hombre. El hedor intolerable del calabazo, la eterna oscuridad en
que estaba sepultado, el hambre, la sed y todas las incomodidades no pudieron
hacer que renunciara de sus creencias.
Seis meses
pasó San Gabino en estos tormentos después de la preciosa muerte de su hija
Santa Susana, hasta que el Señor coronó su paciencia con el glorioso martirio
el día 19 de febrero del año 296 en el que fue decapitado, dos meses antes que
lograse la misma suerte su hermano el Santo Pontífice Cayo. Fue enterrado por
los cristianos San Gabino en el cementerio llamado de San Sebastián.
En año 1608,
Carlos de Neuville, marqués de Alincourt, señor de Villeroy, gobernador de la
ciudad de León y embajador de Roma, deseó traer un cuerpo santo con que
enriquecer su patria. Madama Jaqueline de Harlay, su esposa, se lo pidió al Papa
Paulo V, quien le dio el cuerpo de San Gabino y esta señora se lo presentó a la
iglesia de la Santísima Trinidad del colegio de la Compañía de Jesús de la
ciudad de León, donde se guarda con mucha veneración en una rica urna de plata,
conservándose en el archivo del referido Colegio las letras auténticas
originales de esta preciosa reliquia.
Publicado en Cuenca, 19 de
febrero de 2020 y el 19 de febrero de 2024
Por: José María Rodríguez
González. Profesor e investigador histórico.
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