Reflexiones para una Semana Santa distinta.
Nunca ha
agradado al hombre llevar la cruz; pero en estos tiempos en que el termómetro religioso
está muy bajo, el progreso proporciona con tanta abundancia comodidades y los
caprichos se satisfacen tan fácilmente, la palabra cruz y cuando en ella se
encierra, suena como algo anacrónico, poco conforme con nuestro siglo, y desde luego, debe ser relegado a la historia
del pasado no a la nuestra.
Y sin embargo,
acaso nunca como ahora se encuentra la cruz a cada paso, precisamente por ese
afán desmedido de huir de ella.
La cruz es
inherente a nuestra naturaleza durante nuestra permanencia en la tierra, y por
más esfuerzos que hagamos y más cálculos que echemos no conseguiremos jamás apartarla
de nuestra vida.
“No puedes
huir de ella –dice Tomás de Kempis-, hacia adentro o hacia fuera; en todas
partes la encontrarás”. (1*)
Pues si es
inevitable. ¿Por qué gastar inútilmente tiempo y energía en tratar de evitarla?
Nadie,
absolutamente nadie ha pasado la vida sin cruz;
¿y nosotros pretendemos ser una excepción? Puesto que, quieras o no, tenemos
que cargar con nuestra cruz, sigue el consejo del conocido aforismos: “haz de la necesidad virtud”; llevemos
con resignación la que en la vida nos ha correspondido, y así, por lo menos,
conseguiremos llegar al término feliz de la gloria y que mientras tanto, nos
pese menos.
Porque cuanto
más nos rebelemos contra ella, aguzaremos más sus aristas; cuanto más
trabajemos por quitártela a nuestro paso, tanto más la agravaremos y cuanto menos
nos resignemos, mayor abundancia de de amargura rezumará.
¿Qué cruz nos
resulta más insoportable? ¿La enfermedad? ¿La muerte de un ser querido? ¿Un
revés de fortuna? ¿La pobreza? ¿La contrariedad proporcionada por un fenómeno desagradable
de la naturaleza que trastorna tus planes? ¿El coronavirus actual?
Pero dime:
¿estos males dependen de nosotros o se producen independiente de los esfuerzos
de nuestra voluntad?, pues nuestros reniegos no conseguirán modificarlo lo más
mínimo.
“Dios nos es siempre
fiel –dice san Pablo- y no permitirá que seas probado sobre tus fuerzas, sino
que son la misma prueba la que nos dará el auxilio necesario para que podamos permanecer
en pie”. (2*)
Escucha lo que con respecto a tal manera de pensar escribió Nicole: “Es menester en tener en
cuenta que es tan ridículo encolerizarse por las faltas y rarezas de los otros como
enfadarse de lo que hace mal tiempo o de que hace demasiado frío o demasiado
calor; porque nuestra cólera es tan incapaz de corregir a los hombres como de
cambiar las estaciones. Y aún hay otra cosa más irracional en este punto; y es encolerizándose
contra las estaciones, no por eso se las hace más o menos molestas, y en
cambio, el desabrimiento que concebimos contra los otros los irrita contra
nosotros y torna sus pasiones más vivas y más activas” (3*)
Convenzámonos:
los hombres, con faltas e imperfecciones, son instrumento en manos de Dios, que
los males saca bienes, y permite, en la forma antes dicha, que nos proporcionen
cruces para que cargada con ellas pasemos por el calvario de esta vida y
lleguemos a la gloria de la Resurrección.
Cuenca, 4 de
abril de 2020.
José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
________
1*
Imitación de Cristo. Libro II cap. 12
2*
Epístola 1ª a los de Corinto, 10,13.3* citado por Guibert en el carácter, Cap. 3.
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