miércoles, 22 de abril de 2020

Marte. Dios de la guerra y la discordia.

Marte, un planeta y un dios guerrero y protector.

Otro de los planetas que siempre se ha tenido como especial es Marte. Un planeta con el que se ha especulado la posibilidad de vida en él, debido a la existencia de casquetes polares como los terrestres, así como a la presencia de unas formaciones, denominadas canales, descubiertos el siglo XIX, que parecían construcciones artificiales.

Estas “construcciones”, se pudo saber que eran en realidad cañones similares a los que hay en Estados Unidos, por la sonda “Mariner” en julio de 1965. Mariner 9 (1971) fue utilizada para la exploración de Marte años después, constituyendo una continuidad de las observaciones de este planeta de las anteriores sondas, las Mariner 6 y 7 que mostraron claras fotografías de la superficie de Marte. Este planeta tiene dos lunas, llamadas: Phobos y Deimos.

Ateniendo a la procedencia primaria de los nombres de los planetas, que están reflejados en las deidades de la mitología, éste era un dios de Roma; viene al pelo para el momento que nos ha tocado vivir. Según la mitología, Marte, era el dios de la guerra y sólo superado por Júpiter. También fue tomado de la mitología griega como veíamos a ayer cuando hablaba de Venus.

Los dioses griegos de la guerra eran Ares y Marte. Ares era más sensato, a menudo impulsivo y perturbador. A Marte se le tenía como un dios más virtuoso por los romanos, así era tenido como defensor de las fronteras y protector de Roma y se celebraban importantes festivales en su honor relacionados con la guerra. Se le tenía como el padre de Rómulo y Reno, los fundadores de Roma y por ello a los romanos les gustaba que les llamaran “los hijos de Marte”.

Marte era para los romanos un dios muy importante. Era hijo del dios Júpiter y de la diosa Juno. Si ocurrían cosas desastrosas o la pérdida de una batalla, creían que era que su dios no estaba contento con el pueblo de Roma. En cambio si ocurrían cosas buenas, como una victoria o una buena cosecha, creían que era una prueba de ayuda o aprobación de su dios Marte. Lo de la cosecha era porque también era considerado el guardián de la agricultura. Sus energías cuando no eran empleadas para regir las batallas se gobiernan para crear las condiciones más óptimas para hacer crecer el cultivo.

Con el tiempo, Marte se convirtió no solo en el protector de Roma, sino también en el guardián y vengador del emperador César…

Como cosa curiosa y que da que pensar, os contaré qué sucedió hace muchos, muchos años. Pues bien si nos remontamos a los aires que corrían hace 13.000 años, cuando aún se vivía en cavernas, una roca extraterrestre aterrizó en nuestro planeta sobre un témpano de la Antártida, conocido hoy como las colinas de Allan. Hace unos años nos enteramos de que el meteorito, que dormía tranquilo en su témpano, es de origen marciano y que además contiene vida fosilizada en su interior. Si estas afirmaciones son ciertas, eso podría significar que el cosmos contiene vida que emerge allí donde las condiciones son más idóneas, y que muy bien nosotros mismos podríamos ser marcianos, selenitas o jovianos. ¿Por qué no?

Los científicos calculan que cada año caen sobre la Tierra más de dos toneladas de detritos celestes y de la misma forma que el ámbar nos permite estudiar los fósiles, atrapados hace millones de años, podría ser el portador de los microorganismos responsables, no tan sólo de vida extraterrestre, sino también de la terrestre.

¡Ahí os dejo eso! Darle vueltas a la cabeza en las horas que no tenemos nada que hacer confinados en nuestras casas a causa de un virus llamado COVID-19.

Cuenca, 22 de abril de 2020.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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-Otros mundos. ABC. Madrid. 1997


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