martes, 14 de abril de 2020

CUANDO LA INJUSTICIA SE SOBREPASA A SÍ MISMA


   Cuando la gente está luchando por sobrevivir, cuando estamos en casa por el bien de la misma comunidad en que vivimos hay gente que se aprovecha de estas circunstancias para salirse con la suya y eliminar del trabajo a quien no le interesa. Este es el caso de este joven profesional que lleva más de cuatro año trabajando para el programa ANCHA en la Televisión de Castilla La Mancha, que ha sido despedido en estos días de confinamiento.

Uno ya no puede callar, hoy le ha tocado a David Rodríguez pero mañana puedes ser tú mismo.

Difundamos las injusticias para que se atajen y se corten y que se aplique la justicia para evitar tal ruin conducta por parte de esta gente que nada más busca su enriquecimiento personal eliminando a quien no le interesa.

Estas son las palabras y las explicaciones de David ante su despido:

CUANDO LA INJUSTICIA SE SOBREPASA A SÍ MISMA.

Hasta aquí ha llegado mi trabajo en Ancha es Castilla-La Mancha. Todo por una persona, llamada Carmen Izquierdo, productora externa del programa en Cuenca, que el pasado sábado decidió unilateralmente que no continuase: quitarme de en medio. Tener la integridad de luchar continuamente por unas condiciones de trabajo dignas me había convertido para ella en un incordio.

Durante todos estos años de dedicación y sacrificio al servicio de un programa televisivo excepcional, Carmen solucionaba cualquier problema que pudiese presentarse sacando la carta del “autónomo”. Como tantos trabajadores en este país, asalariados camuflados de falsos empresarios individuales, humillados para saciar la avaricia de usureros sin escrúpulos. Un empleado sin derechos con un saco en la cabeza, para que no se le vea, para que no incomode, pero con las ya temidas letras bien escritas, bien legibles: “autónomo”.

Pero la injusticia tiene un límite, que alcanza cuando se sobrepasa a sí misma: la crisis sanitaria de hoy es lluvia sobre mojado y en mi caso ha sido la gota que ha colmado el vaso. Tras confirmarme Toledo el martes día 7 que volvería al trabajo después del período de aislamiento y que se pondrían a mi disposición los preceptivos EPIs para proteger mi salud, la UTE de la que hasta ahora dependía refrendó que contaría con ellos sin problemas.
Con la esperanza de ver la luz al final del túnel.

Cuál no sería mi sorpresa cuando solo tres días después, y a menos de tres de volver al trabajo, Carmen me puso de bruces ante una situación diametralmente opuesta: yo era autónomo, y como autónomo era ahora mi obligación bien dotarme por mi cuenta y riesgo de una serie de materiales protectores poco menos que imposibles de encontrar en el mercado, bien de renunciar al trabajo que, tan sufrida y pacientemente, había prestado hasta hoy.

El resultado ha sido, por tanto, tan inevitable y tan inesperado que se parece mucho a una excusa aleatoria para expulsar sin razón ni vergüenza a un trabajador incómodo, por demasiado digno. La falta de compasión es tanto más grave y la maldad tanto más pura, cuanto que aquí se trata, a la postre, de una elección entre el trabajo o la vida. Hasta ese punto llega la injusticia y la indignidad de una mujer sin alma.

Durante estos años de entrega absoluta a un programa en el que creía (y sigo creyendo) con todo el corazón y que ha sido parte de mí hasta mis entrañas, he llegado a trabajar mañana, tarde y noche, muchas veces durante 12 o 14 horas, llegando a comer a las 5 de la tarde, habiendo recorrido 150.000 kilómetros, grabado y editado más de 1.000 reportajes... Y todo ello sin coche de empresa, sin recibir pago de todo el kilometraje, ni dietas, horas extra o compensación por averías. Sin sala de edición, teniendo que montar la mayoría de los reportajes en casa o en bares. Dejándome la piel diariamente para que el resultado fuera siempre excelente y lograse la mejor calidad, que este programa sin duda merece. Porque, a pesar de todo, esta profesión me apasiona.

En cuatro años y medio no he recibido por parte de Carmen ni una mísera palabra de agradecimiento ni una simple llamada, aunque solo fuera para interesarse por cómo me iba. Pero que nadie se lleve a engaño: si no se preocupó nunca por mí fue porque con seguir cobrando le bastaba, porque sus trabajadores somos meros objetos, nunca personas.

Podría dar infinidad de detalles, pero buena parte de las personas que estaréis leyendo esto ya lo habréis vivido en mayor o menor medida, igual o peor, porque no he sido la única víctima, así es que no merece la pena malgastar más tiempo. Simplemente, para terminar: mil gracias a todos los maravillosos compañeros de trabajo que he tenido estos años y a la gente de los pueblos que he conocido día a día, porque al menos gracias a vosotros todo esto sí que ha merecido la pena. Es por vosotros que algún día olvidaré todos estos sinsabores y toda la miseria sufrida por parte de una persona que, tarde o temprano, responderá por su egoísmo y su mezquindad.

Vosotros ya sabéis dónde me tenéis: ha sido un placer trabajar para hacer visibles a unos, muy grandes, en toda nuestra región y para servir a otros, que diariamente han disfrutado desde los sofás de su casa de una Castilla-La Mancha que, a pesar de algunos (los menos) y gracias a muchos es y será siempre una región merecedora de nuestra admiración y de nuestro respeto.





Cuenca, 14 de abril de 2020.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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