“Fue un prelado
modelo en el sentido más justo y amplio de la palabra”.
San Gregorio Barbarigo nació en
Venecia el 16 de septiembre de 1625 y murió en Padua el 18 de junio de 1697.
Hizo sus estudios en la célebre Universidad de Padua y al principio desempeñó
importantes misiones diplomáticas, pero la voz de Dios le hizo cambiar de rumbo
y en 1655 se ordenó de sacerdote en Venecia. Había tenido como mentor
espiritual a Fabio Chigi, que lo conocía muy a fondo y, apenas ocupó la Cátedra
de San Pedro con el nombre de Alejandro VII lo llamó a Roma y lo tomó como
prelado doméstico. En el año 1657 fue nombrado obispo de Bérgamo y creado
cardenal en el año 1660. A los tres años, en 1663, pasó a Roma como cardenal de
Curia y al año siguiente se encargó de la diócesis de Padua. La actividad
pastoral que había desarrollado en Bérgamo adquirió proporciones mayores en
Padua. Las limosnas y la beneficencia, el cuidado de los seminaristas fueron
sus dos distintivas. Procuró un buen edificio para el seminario de Padua y
fomentó los estudios de latín y griego, con nuevas reglas y métodos de estudio.
En 1687 fundó al lado del
seminario una magnífica tipografía para la impresión de textos escolares, de
clásicos, de Santos Padres, y procuró que tuviera tipos griegos, árabes,
siriacos, armenios y hasta persas. El Santo miraba a las regiones del Oriente,
cuna del cristianismo, alargándoles la mano para su unión con la Iglesia Madre
de Roma. Tomó parte en los Cónclaves de 1667 y 1669, donde fueron nombrados
papas Clemente IX y Clemente X. En el Cónclave de 1676 algunos cardenales
propusieron su candidatura, pero el Santo logró centrar los votos de la mayoría
en Inocencio XI. En 1689 su elección para Papa parecía segura; su humildad y
diplomacia logró sacar adelante la candidatura de Alejandro VIII. En 1691
asistió a un nuevo Cónclave y obtuvo hasta 35 votos. Murió en el año de 1697 y
el 20 de septiembre de 1761 era beatificado por Clemente XIII. Fue Juan XXIII
quien lo elevó al honor supremo de Santo. Se decía de él: “fue un prelado
modelo en el sentido más justo y amplio de la palabra”.
Fue un obispo que no se achicó
ante las dificultades, pues tuvo que meter en cintura a muchas monjas y cerrar
los locutorios de los conventos en los días de carnaval, hizo frente a varias
rebeliones de canónigos, le dispararon pistoletazos y un párroco fijó en
lugares públicos una violenta sátira contra él. Como se ve, no siempre los
prelados que aplican las normas de Trento gozaban del beneplácito general. Murió con merecidísima fama de santo y fue canonizado en 1960.
Publicado en Cuenca, 17 de junio de 2019. Actualizado el 17 de junio de 2024.
Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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