domingo, 2 de junio de 2024

San Isaac, monje y mártir. Festividad del 3 de junio.

    La Iglesia de Córdoba se regocija hoy con el aniversario de la gloriosa muerte de san Isaac, monje, muerto en la persecución de Abderramán, el 3 de junio del año 851.

Era de ilustre familia, rico, muy erudito y conocedor de la lengua árabe. Estas dotes le valieron el nombramiento de exceptor o síndico, como traduce uno de nuestros clásicos, en la ciudad de Córdoba.

Se podía prometer un buen porvenir, si se plegaba a las exigencias de los dominadores árabes o por lo menos se amoldaba a un cristianismo contemporizador, suave y cómodo, sin extremismos fervorosos. No era de estos caracteres vividores, que quieren servir a Dios y al mundo, ganar el cielo y la tierra al mismo tiempo. San Isaac fue un joven resuelto y fervoroso. Renunció al cargo de exceptor y pidió ser admitido en el monasterio de Tébanos.

Tres años llevaba entre los monjes, bajo la dirección espiritual del abad Martín, cuando un día, bajo el impulso visible de la gracia, salió del monasterio y se fue a la plaza pública de la ciudad.

Allí se sintió profeta del Altísimo y empezó a demostrar a los musulmanes la falsedad de su religión, exhortándolos a abrazar la única verdadera, que es la de Cristo.

Irritado el auditorio fanático, se echó sobre el predicador y lo arrastró a la presencia del cadí. Este quiso inducirlo a que se retractase de lo dicho y abjurase del cristianismo. Isaac persistió en su fe; el público quería lincharlo; pero el juez lo pudo defender, no sin evitar los golpes y los palos, y encerrarlo en la cárcel, mientras avisaba al califa.

Abderramán se enfureció con la osadía del monje y mandó inmediatamente que fuese decapitado. El Santo dio su cuello a la espada el 3 de junio del año 851. Los verdugos colgaron su cuerpo de un palo en la otra parte del río, a vista de la ciudad, para que sirviera de escarmiento. Más con la vista del mártir, los cristianos se enardecieron todavía más, pues muchos, siguiendo su ejemplo, se presentaron espontáneamente ante el califa para confesar su fe con la sangre y el martirio.

En los cinco días siguientes hubo hasta siete martirios. Permaneció colgando el cuerpo de san Isaac hasta el  domingo 12 de junio, en que encendiendo una gran hoguera, fue reducido a cenizas, juntamente con los cadáveres de los otros siete. Los restos fueron echados al río.

La racha de los mártires continuó. El 5 de junio fue crucificado el joven Sancho, oriundo de las Galias, cautivo primero de los sarracenos y discípulo de san Eulogio.

El 7 del mismo mes se presentaron al juez otros siete monjes, entre ellos el anciano Jeremías, fundador del monasterio de Tébanos.

“También nosotros, dicen ante el cadí, sostenemos lo mismo que nuestros hermanos Isaac y Sancho. Pronuncia, pues, la misma sentencia; haz alarde de tu crueldad y da pábulo a tu furor en venganza de tu profeta. Confesamos que Cristo es verdadero Dios, y Mahoma el Anticristo y el autor de un dogma falso. Nos dolemos de vuestra gran ignorancia y lloramos  el que tangáis que pagar vuestros errores y maldades con tormentos eternos”.

El anciano Jeremías fue muerto a azotes, y los demás, decapitados. Sus cuerpos los colocaron en un palo y fueron quemados como fueron los de Isaac y Sancho, y luego arrojadas las cenizas al Guadalquivir.

Publicado en Cuenca, 3 de junio de 2020 y el 3 de junio de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:
-Año Cristiano para todos los días del año. P. Juan Croisset. Logroño. 1851.
-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.
-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.


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