29 de junio. "Si callaren estas voces, hablarán las piedras"(Lc.19, 40)
Hay cosas que se aprenden con la
observación y te das cuenta de lo mucho que debe de representar cuando se
repite una y otra vez, como si quisieran insistir en la importancia, eso es lo
que pasa con la imagen de San Pedro Y San Pablo en la Catedral de Cuenca. En la
rejería, en los altares, en las portadas de las capillas, en todos los sitios están
como medallones y nunca mejor dicho, como dos caras de una moneda o de una
medalla de la Iglesia: el discípulo y el converso, el hombre que vivió día a
día con Cristo y el que sólo le oyó en la ceguera del camino de Damasco; el
pescador y el intelectual, el judío fiel a la tradición de sus mayores y el judío
abierto al universo entero; la llave y la espada, la piedra y el viento. Y en
ambos la culpa (traición y persecución) que reparar; y el nombre distintos:
Simón, Pedro; Saulo, Pablo.
Medallón de San Pedro.
Capilla de los Caballeros. Catedral de Cuenca.
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¡Qué extraños fundamentos! La
fidelidad (es el primer papa) del que fue débil en la prueba y el ardor
proselitista del que había sido perseguidor. El que se entierra en Roma, piedra
angular del edificio de la Iglesia, y el que esparce por el mundo Evangélico
para ir a morir a Roma (aunque su cabeza, recién cortada, brinca tres veces
sobre el suelo, incansable todavía después de la muerte, alumbrando tres
fuentes).
Pedro, crucificado boca abajo por
humildad, y Pablo, haciendo el prodigio póstumo que conmemora el nombre de las Tre Fontane romana, contribuye a la
alegoría de la salvación. Todo es alegoría (si algo no lo fuese pertenecería al
reino de la casualidad, sería un cabo suelto que hubiese escapado a las manos
de Dios) y ambos forman las dos vertientes complementarias de la fe: permanecer
en el arraigo y dispersarse para la multiplicación.
Medallón de San Pablo.
Capilla de los Caballeros. Catedral de Cuenca.
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Pedro y Pablo ilustran así la
historia de la Iglesia con sus contrastes, incluso con sus divergencias, como
su enfrentamiento en Antioquía. ¿Hay que hacerse judío para ser cristiano? Ésta
es la cuestión que les enfrenta. Y entones la amplitud de criterio de Pablo da
su nombre a la Iglesia naciente: católica, universal. Los hermanos se
reconcilian en ellos, y en el calendario esta fraternidad de Cristo se sella en
el mismo día festivo, emparejados eternamente en la Gloria.
Y sobre su tumba se alzó la Iglesia de Roma, centro espiritual del mundo. Cristo dijo un día a sus enemigos: "Si callaren estas voces, hablarán las piedras" (Lc. 19, 40). Callaron las voces de los cristianos sacrificados por Nerón, y hablan hoy hasta las piedras y la tierra donde fueron sepultados.
Publicado en Cuenca, 29 de junio de 2019, y 29 de junio de 2024.
Por: José María Rodríguez González.
Profesor e investigador histórico.
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