domingo, 10 de noviembre de 2024

Hoy San Martín de Tours (315-397). Festividad del 11 de noviembre.

     Al santo de hoy le tengo especial cariño, no solamente porque tiene una capilla dedicada en la Catedral de Cuenca, sino porque su festividad, además de anunciar el invierno, nos trae un cortejo de fiestas campesinas a celebrar como la matanza; el probar el vino nuevo y encender hogueras lo mismo que para San Juan, se declara el frío y se invoca al santo que va a caldear con su presencia caritativa los gélidos días de noviembre. Pues también es recordado el santo por la anécdota en las puertas de Amiens una noche de frío, que ahora paso a relatar.
Medallón reja capilla de San Martín. Catedral de Cuenca

Fue San Martín originario de Sabaria de Panonia (hoy Hungría). A la edad de 10 años, contra la voluntad de sus padres, fue en busca del sacerdote de los cristianos y se alistó en el catálogo de los catecúmenos. Su padre, tribuno de una legión, procuró desviarle del culto del verdadero Dios; pero nada pueden los esfuerzos de los hombres cuando el Señor quiere entrar en el  corazón de una persona. Al cumplir doce años, pensó en retirarse a un desierto, y lo dejó de hacer por su corta edad. Poco tiempo después, en virtud de un decreto imperial, fue alista en una compañía de caballería, como hijo de la tropa y de un oficial veterano. A los quince años sirvió en el ejército de Constantino, y después en el de Juliano apóstata. Aun no había recibido el bautismo, y no obstante evitó todos los desórdenes que tan frecuentemente acompañan a la profesión de las armas, haciendo una vida de religioso en traje de soldado.

Era su virtud sobresaliente la caridad con los pobres. Entrando un día de invierno muy riguroso en la ciudad de Amiens, encontró a un pobre desnudo, temblando de frío, le pidió limosna y no teniendo qué darle se enterneció su compasivo corazón a vista de aquella necesidad. Pero como la caridad es fecunda en arbitrios y en recursos, sacó la espada, cortó por el medio la capa que lo cubría y dio la mitad al mendigo, pues mitad era de su posesión y la otra mitad del ejército.

La noche siguiente se apareció en sueños a San Martín el Salvador, diciendo a los ángeles que le acompañaban: Martín, siendo todavía catecúmeno, me cubrió con esta capa. Después de este favor se resolvió a dejar el servicio del rey de la tierra para tomar partido en las tropas del rey del cielo, y contrajo con Jesucristo el empeño de una eterna fidelidad recibiendo el santo el bautismo, posiblemente en Amiens, sobre el año 339, por la Pascua como era costumbre entonces. Siguió aún dos años en el ejército. El año 341, en el campamento de Worms, llamado por el emperador Constantino para recibir una gratificación, la rehusó y pidió permiso para retirarse del ejército: “Hasta ahora he llevado las armas por ti; permítame que en adelante las lleve por Dios”.

En el año 371 San Martín fue elevado a la silla episcopal de Tours contra su voluntad. En seguida fundó cerca de la ciudad el monasterio de Marmontier, que fue el palacio episcopal del Santo. Allí tenía una celda de madera con un pequeño jardín, donde descansaba después de sus excursiones apostólicas. De aquí salió entre otros San Patricio el Apóstol de Irlanda. Marmontier fue un gran centro de civilización y de evangelización. El celo de San Martín se extendió por casi toda Francia y no temió nunca enfrentarse con los poderosos como el emperador Valentiniano. Intervino en el proceso contra el famoso Prisciliano y trató familiarmente con el emperador Máximo.
El Greco. San Martín y el mendigo. 1597
    Siempre estuvo activo y apostólico, la muerte le sorprendió en un viaje pastoral. Supo que en Candes había cierta desavenencia y rivalidad entre el clero y fue allí con la paz de Cristo, presintiendo que no volvería más a su descanso de Marmontier. Una fiebre muy alta le avisó de su próximo fin. Se hizo acostar en un lecho de ceniza, diciendo a sus discípulos: “el único sobre el cual debe morir un cristiano”. El día 8 de noviembre del año 397 expiró. Su cuerpo fue llevado a Tours y enterrado en el cementerio cristiano, a la entrada de la ciudad.

La voz del pueblo lo canonizó. Su vida escrita por Sulpicio Severo, se extendió muy pronto por todo el Imperio y durante la Edad Media se peregrinaba  a la tumba de san Martin. Su fama de taumaturgo llevaba allí toda clase de enfermos y necesitados con la esperanza de que serían curados de cualquier enfermedad, como se dice en el himno iste Confessor, compuesto originalmente en honor del Santo. “Quolibet morbo fuerint gravata Restituuntur”. Curar de cualquier enfermedad que padezcan.

Publicado en Cuenca, 11 de noviembre de 2019 y 11 de noviembre de 2024.

Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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