jueves, 14 de noviembre de 2024

San Alberto Magno (1206-1280). Festividad del 15 de noviembre.

    San Alberto fue tomado como el faro de su siglo y de la iglesia universal. Era el primogénito del conde Bollstädt y pasó sus primeros años en el castillo familiar de Suabia, junto al Danubio.

Su padre era militar pero él no sintiendo esta inclinación, fue enviado a la Universidad de Padua a estudiar gramática, dialéctica, retórica, música, geometría, aritmética y astronomía. Sus contemporáneos le llaman “el filósofo”.

San Alberto Magno.

Hay algunos de los historiadores que han profundizado en su vida observan una intervención de la Virgen en su formación y en el rumbo definitivo de su vida. Tuvo en el principio dificultades para el estudio, y devoto de la Virgen, se echó un día a sus pies “del trono de la sabiduría” y le pidió que le fuera propicia. Fue oído y se le abrieron todas las fuentes del saber. Como señal, en la hora de la muerte debería perder la memoria de todo. También nos dicen que fue la Virgen quien le enseñó el camino de su vocación religiosa dentro de la Regla de Santo Domingo.

En su vida hay múltiples actividades, algunas, como la de alquimista, que pueden chocar con la  visión moderna de las cosas, pero también la alquimia era en su tiempo un camino de averiguar la verdad. Fue filósofo, naturalista, teólogo, además de predicador y buen obispo, todo cabe en su inabarcable figura.

Se puedo tomar como su perfil definitivo el de maestro de universidades (Colonia y París),  afable, abierto, servicial. Para él enseñar era darse, repartir con otros el mayor bien de que disponía, y hacerlo por amor, objetivo en la búsqueda del cómo y el porqué del mundo.

La última anécdota de su vida, pues contaba ya con 85 años, ya retirado, se entera de que la Universidad de París amenaza con condenar las tesis de Tomás de Aquino, que ha muerto hace poco. Emprende un largo viaje para defender la memoria del quien fuera su discípulo más genial que pasó por sus manos, todo por servir a la verdad y en verdad bastó su presencia para que se reconociera públicamente la razón que le asistía.

Recibió los últimos Sacramentos, entregó su alma grande a Dios sentado en una pobre silla de su modesta celda del convento de Colonia. Escribió mucho, leyó mucho, brilló como faro en el pináculo del saber y del gobierno, pero fue humilde, puro, caritativo, un santo. Poseyó la ciencia de Dios, la ciencia de la vida eterna y ésta es la gran lección que nos dejó a la posteridad.

Publicado en Cuenca, 15 de noviembre de 2020 y el 15 de noviembre de 2024.

     Por: José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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FUENTES CONSULTADAS:

-Año Cristiano para todos los días del año. P. Croiset. Madrid. 1846.

-La casa de los santos. Carlos Pujol. Madrid. 1989.

-Año Cristiano. Juan Leal, S.J. Madrid. 1961.

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