miércoles, 13 de noviembre de 2024

San Malaquías (1094-1148)


     ¿Quién no ha oído hablar de las profecías de Malaquías, que atribuyen un lema a todos los papas y fijan su número hasta el fin de los tiempos? No hay que alarmarse, dichas predicciones son obra de un autor apócrifo del siglo XVI, pura superchería. Y desde luego no tienen nada que ver con nuestro santo, quien tampoco ha de confundirse con la profecía del Antiguo Testamento.

El verdadero Malaquías fue un monje irlandés muy bien documentado, ya que el propio San Bernardo, amigo y admirador suyo, escribió su vida. Sabemos que fue monje en Bangor, luego obispo de Connor y en el 1132 arzobispo de Armagh. Primado de Irlanda, fundó en 1142 la primera abadía cisterciense de la isla, y murió en Clairvaux, donde él hubiera querido quedarse.

San Bernardo refiere muchos de los prodigios que acompañaron su vida, tantos y algunos tan fantásticos que dificultan la visión del hombre al que se aplican; a veces la piedad es así, no sirve de pedestal, sino de pantalla, y a través de ésta todo se ve borroso y como magnificado, mejorado por las buenas intenciones de los devotos.

Es posible que esta misma sensación la tuviera ya San Bernardo, quien conocía bien al personaje, y por eso añade que a pesar de todo “el mayor de sus milagros era él mismo”. Los milagros no desaparecen ni se niegan, son humildes lujos clamorosos de la santidad, préstamos de la omnipotencia divina, pero resultan poca cosa ante la maravilla de la imitación humana de Cristo. Todo santo viene a ser un milagro viviente en torpes leyendas o en resplandores taumatúrgicos, esconde su vida secreta y profunda, visible sólo para Dios.

Cuenca, 14 de noviembre de 2019 y 14 de noviembre de 2024.

José María Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.

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