Este es un
santo poco conocido cuya vida, según la refiere el padre Ribadeneira, debió de ser
una de las más azarosas de su tiempo. Una vida con dos partes igualmente
activas pero muy distintas: una bélica y otra de compasión servicial.
Se le supone
inglés, quizá nacido en Londres, hijo de un noble de Escocia que era pariente de los reyes. Una vida con dos partes igualmente
activas pero muy distintas: una bélica y otra de compasión servicial. En unión de su padre participó en 1190 en la tercera cruzada que
dirigía Ricardo I Corazón de León, distinguiéndose en las batallas contra el sultán
Saladino.
Más tarde
estuvo al servicio de Alfonso VIII de Castilla y volvió a guerrear en Tierra
Santa. Quizá su experiencia de soldado le hizo ver que debía combatir por
otros frentes, y después de regresar a España, tomó el hábito de los frailes más
fieles de San Pedro Nolasco.
No se había
hecho religioso para vivir tranquilo: acompaña al rey Don Jaime en la conquista
de Mallorca, vuelve a la Gran Bretaña, cae en manos de los piratas que le
azotan hasta creerle muerto, corre gravísimos peligros en Escocia, y de nuevo en España, se dedica con
tanto ardor a la redención de cautivos que parece milagroso que salga con bien
de sus empresas. Hasta que muere mártir en Argel, después de largas torturas en
una cruz aspada.
¡Qué vértigo
de guerras, viajes, aventuras y misericordia el del inglés Sarapio, servidor de
reyes primero, de humildes frailes (como su amigo san Ramón Nonato) y de pobre
cautivo después! Infatigable al servicio de los que no necesitan la fuerza,
sino el suficiente amor por morir por ellos.
Publicado en Cuenca, 14 de
noviembre de 2019 y 14 de noviembre de 2024.
José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
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