Felicitamos, a los músicos, poetas y a las personas ciegas
por ser su patrona. Sus atributos iconográficos son el órgano, el laúd y las
rosas.
Santa Cecilia nació en el seno de una familia
nobilísima, fue obligada a contraer matrimonio con Valeriano.
Cecilia había
pedido a Dios que defendiera su virginidad, no solamente lo consiguió con ayuda
de un ángel, sino que logró convertir a la fe cristiana a su esposo y a su
cuñado Tiburcio.
Algunos meses después del martirio de estos
santos hermanos, fue citada a juicio la moble virgen ante el prefecto Almaquio.
Después de los trabajos realizados por los
arqueólogos y recogidos sabiamente por Dom Gueranger en su obra sobre Santa
Cecilia y la sociedad romana de los primeros siglos cristianos, podemos
reconstruir con exactitud aquellas emocionantes escenas.
Pocas horas antes de su martirio se había
celebrado en el palacio de Cecilia el Bautismo de 400 paganos, convertidos por
ella a la fe cristiana. El pontífice Urbano había dirigido el acto. Cecilia
cedió al Papa su casa para templo, poniéndola a nombre de Gordiano, uno de los recién
bautizados y condenados entre los patricios con el título de clarísimo.
Antes de presentarse en el tribunal, Cecilia vistió
su mejor traje de noble patricia. Era para ella la hora más solemne y alegre de
su vida y el juicio más deseable que las danzas, las tertulias y banquetes de
los romanos.
Almaquio para que abjurase de su fe le dijo:
¡Desgraciada! ¿Ignoras que yo tengo sobre ti poder de tu vida y de tu muerte?
Mientes: puedes
matar a los vivos, pero no resucitar a los muertos. No eres ministro de vida,
sino de muerte. Contesto Cecilia.
Octavia, la
mujer de Nerón. Había sido condenada por su cruel marido a morir asfixiada
entre los intolerables ardores del calderium,
la sala de baño de los romanos. Contra Cecilia pronuncio Almaquio, la misma
sentencia.
Con su traje
de gala, entró la virgen en el lugar del tormento. Cerrada la puerta por los verdugos,
Cecilia se puso en oración. Aunque las calderas ardían y el calor resultaba
insoportable ella se sentía como bañada por un celestial rocío, el mismo ángel
que había guardado su pureza la defendió de los abrasadores vapores.
Santa Cecilia de Giambattista Tiepolo |
Al día
siguiente, Almaquio envió un lictor que le cortase la cabeza. El infeliz
verdugo erró el golpe y después de herirla por tres veces la dejó viva aún,
tendida sobre el pavimento, bañada en su propia sangre que manaba de su cuello,
porque la ley prohibía al lictor rematar a la víctima si no moría después del
tercer golpe.
Al tercer día se
les permitió recoger su cuerpo. El Papa Urbano colocó el cuerpo de la santa
mártir en un ataúd de ciprés sin tocar sus ricas vestiduras, respetando la
actitud en que había expirado, recostada sobre el lado derecho, juntas las
rodillas con delicada modestia. A los pies puso los lienzos empapados en
sangre. Fue transportada a la catacumba de San Calixto en la Vía Apia y
depositada en un sarcófago de mármol. En el año 821 fue trasladado por el Papa
Pascual I a la basílica de la Santa en el Trastevere, donde se venera al lado
de San Valeriano y San Tiburcio, su esposo y cuñado respectivamente, convertidos por ella a la
fe.
Santa Cecilia. Escultura barroca de Stefano Maderno. |
El escultor Stefano
Maderno, se encargó de eternizar, con su cincel, la actitud en que fue hallado el
cuerpo de la Santa tras su martirio.
Publicado en Cuenca, 22 de
noviembre de 2019. Actializado el 22 de noviembre de 2024.
Por: José María
Rodríguez González. Profesor e investigador histórico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario